lunes, 6 de abril de 2015

Diario de un perroflauta motorizado, 472


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QUEDAN 25 DÍAS DE ESTANCIA EN EL PORTAL DE LA CONSEJERA ARAGONESA DE EDUCACIÓN

Esta madrugada ha ocurrido algo portentoso. Lo relato aquí con toda la fidelidad a los hechos de que soy capaz:


Karl Marx parecía un viejo oso pardo sentado en aquel sillón de mimbre, envuelto en una gruesa bata de lana, con sus piernas ocultas debajo de la mesa camilla. La habitación era fea y la casa entera daba la impresión de estar al borde del desahucio por ruina: paredes sucias, una alfombra apolillada, el suelo de madera carcomida, un candelabro -dos cabos de vela a punto de extinguirse-  que alumbraba débilmente aquella especie de caverna. Miré de reojo el calendario que colgaba de un clavo en la pared. Noviembre de 1852. Aquel otoño de 1852 estaba resultando especialmente duro y amargo para Marx y su familia, también para buena parte de Londres.

Perdone el desorden. Mi mujer está enferma. Mi hija Jenny también”, me explicó Karl Marx, justificando quizá la pobreza que le rodeaba. “Hasta Lenchen, la gobernanta de la casa, tiene temblores, padece una fiebre nerviosa que no le deja hacer nada. No sé qué hacer, me siento impotente ante tantas desgracias acumuladas una sobre otra. Así no hay quien trabaje...”, se lamentó. "¿Qué ha dicho el médico? ¿Es grave lo que tienen?" -le pregunté tímidamente, contagiado de su pesadumbre. "¡El médico...!” –exclamó Marx-. “La visita de un médico es un lujo que no podemos permitirnos... No tengo un penique, eso sin contar las medicinas que recetaría seguramente...". Yo no sabía qué decir. Me removí, nervioso, en la silla y permanecí callado, asimilando la sorpresa de que, por primera vez, en vez de viajar alguien hasta mi casa o hasta el portal de la Consejera aragonesa de Educación, fuese yo mismo el que se viese transportado hasta lugares y tiempos tan imprevisibles.



Con estas cavilaciones, debí de hacer algún gesto raro porque Marx añadió enseguida: "¿Le extraña? ¿En qué mundo vive usted, si puede saberse? Dé una vuelta por Londres, por cualquier ciudad de este oscuro continente. Métase en cualquiera de las casas ennegrecidas de los suburbios de Londres, atestadas de piojos,  ratas y mugre. Eche una ojeada a sus fábricas, a sus calles. ¿Conoce usted Londres?". "No, no soy británico –respondí, sin atreverme a aclararle nada.

Se hizo de nuevo el silencio. “Poco le queda a usted para permanecer cada mañana en el portal de esa Consejera de Educación de su tierra”, dijo Marx, no sé si por decir algo. “Hasta el 30 de abril, quedan 25 días”, respondí, pero él ya debía de saberlo, pues preguntó en el acto: ”¿Y después? ¿Qué va a hacer usted después”. Y prosiguió: “No me lo diga, Antonio. En esencia ya sé qué va a hacer usted. Quiero que sepa que seguiré con usted día tras día allá donde usted decida ir y estar”. “Muchas gracias, Herr Marx”, le agradecí muy sinceramente.
Y al poco rato estaba con mi cartel, en el número 26 de la calle Alfonso, saludando a los vecinos que entraban y salían del portal donde reside la Consejera de Educación, Universidad, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón.

 Día plácido y primaveral en el portal de la Consejera. 

Pablo Echenique ha respondido a mi Carta abierta con su correspondiente Carta Abierta

Se me ha olvidado contar que Tony Bennett se coló también en la casa de Karl Marx y cantó esta nostálgica canción para todas y todos los que amáis la escuela pública, laica y de calidad. Nos emocionó mucho a Karl y a mí escucharla.



Hasta mañana

2 comentarios:

  1. ¿Aun no te sacan un piscolabis de vez en cuando?

    Sin coñas, sería inteligente por su parte

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  2. No, pero no he perdido la esperanza

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