domingo, 26 de abril de 2015

Diario de un perroflauta motorizado, 489



No me sobresalto, pues me estoy acostumbrando a tanta sorpresa diaria: otro hombre en mi cocina mientras desayuno. Tiene unos treinta y tantos años, pelo algo ondulado, de color castaño muy claro. Más bien alto, sus ojos son extremadamente verdes, sus labios sensuales y una permanente sonrisa navega entre ellos repartiendo simpatía e ironía. Su espalda es ancha y sus brazos fornidos, y todo él transmite un aire de seguridad personal y de gusto por la vida. Sin poder creer aún lo que estoy viendo, constato que es el propio Paul Newman en persona el que tengo ante mis narices. Está de pie, apoyado en la pared, abrazado a su metralleta. 


Siéntate, Paul”, le digo, y él se sienta. “No me llamo Paul, ni soy el que piensas”, me aclara, “a veces las apariencias engañan”. “¿Y cómo te llamo entonces?”, inquiero. “Como gustes”, contesta. “Pues no sé..., ¿qué te parece Humphrey?”, le tanteo. “Me parece bien”, comunica. Invito: “¿güisqui?”. Acepta: “”, pero advierte: “solo un poco, acabo de levantarme”.  “¿Así?”.  Determina: “así, gracias”, y es cuando propongo: “deja, si quieres, la metralleta en ese rincón, Humphrey, junto al cepillo de barrer”. Grita: “eso jamás”. Y yo entonces: “como quieras”. El dice: “bien, ¿qué quieres?”. Y yo: “nada de particular, hablar un rato”. Y él: “soy un hombre muy ocupado”. Informo: “también yo debo irme dentro de un rato”. Él no me escucha, pues está inspeccionando los armarios de la cocina.



Concluida su investigación, concede inesperadamente: “dejo la metralleta en el rincón”. Juzgo su repentina decisión: “bien, no me gustan las metralletas”. ¿No me serás un pacifista de esos que rechazan la lucha armada y la violencia?– exclama sobresaltado Humphrey-Paul. En el portal de la Consejera nunca hemos respondido en dos años a provocaciones, descalificaciones, insultos y gestos hostiles –aclaro-. Inmediatamente, hace ademán de levantarse e irse. Escancio otro chupito de güisqui y se lo ofrezco, mientras le ruego: Un segundo más, Humphrey-Paul.



Le doy unas líneas que he ido redactando durante la conversación en un trozo de papel de cocina:

“Podemos soñar con un mundo sin conflictos, pero la realidad nos recordará continuamente que vivimos en un mundo donde surgen conflictos en las relaciones interpersonales, sociales y políticas. Un conflicto puede resolverse empleando la violencia. Entonces hay un vencido y un vencedor, lo que conlleva una reconciliación fallida y, finalmente, una o varias victimas. También se puede negar la existencia del conflicto o echarle tierra encima; pero con frecuencia tal situación guarda violencia para el futuro. El verdadero problema no es tanto la aparición de los conflictos cuanto la elección de los medios que utilizamos para resolverlos.
La no-violencia observa y toma buena nota de los conflictos, ya sean interpersonales, sociales o políticos, para, al implicarse en ellos, intentar resolverlos por medios que no tengan nada que ver con el mecanismo de la violencia. Tales medios – que excluyen incluso el odio al otro, aunque sea responsable de una injusticia – se busca que sean eficaces y moralmente aceptables.
La no violencia es una propuesta en positivo para entender los conflictos, encararlos y transformar la sociedad”.


Humphrey-Paul lee el papel en silencio. Después, levanta con su bota izquierda llena de hebillas la tapa de reciclaje de papel y lo arroja dentro. Cuando le cuento por teléfono la anécdota a Marisol, ella comenta: “Hay gente que cuanto más habla de arrojar bombas, pegar tiros y colgar a otros menos hace y menos dispuesta está a hacer”. Sabias palabras las de Marisol…


Hasta mañana

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.