Cada día que pasa me sobran más las
palabras grandes, la presuntas grandes palabras que tienden a ser escritas en
MAYÚSCULA. Prefiero pocas palabras, solo las imprescindibles.
(Tantas veces empeñado en llegar a “lo
esencial”, abrumado –de hecho- por el peso de Grandes Ideas, a merced del
oleaje de Verdades aplastantes, atrapado en las fauces de Deberes gigantescos...).
Hoy, aquí ahora, en carne viva, necesito
el alma de las cosas pequeñas resonando en el hueco solitario de dos manos
temblorosas. (Días y días r-e-p-e-t-i-d-o-s…). Titila la luz que me alumbra muy dentro,me canta una nana el verso de la prosa
dormido en cada cosa; lo pequeño, lo débil, lo nimio, olvidado tantas veces por
mor de lo Esencial, de las grandes Ideas, de las Mayúsculas.
El día en que se extingan los principios
absolutos, las ataduras que aprisionan el crear y el rebelarse…
El día en que vuele liberado, convirtiendo
mi poco en un mucho compartido; y mi nada, en algo…
El día en que mi risa se zambulla en la
de otros, y en esa fiesta nadie distinga entre mente y corazón, y el cerebro de
todos lata enamorado, y nos llamemos por el nombre verdadero…
Ese día nuestro alivio vendrá de la brisa
y del trueno, de la lluvia, de la noche y del océano, de la caricia de lo débil
y pequeño, amasado en barro, envuelto en viento.
Ese díalucirá una estrella en la duda, el
regalo del amigo que calla, el alivio final de la fiebre y del insomnio, el
hombro en que apoyarme, la mano final de quien acompaña.
Ese día… minúsculo y vivo. En minúscula
cálida. En silencio rasgado por el llanto de Beethoven esparciendo tormentas y
belleza.
¿Qué pasa en este país
donde vivo? Hace cuatro años el Gobierno del PP, de Rajoy, recién estrenado,
promulgó su Reforma Laboral, continuadora de la ya iniciada por el Gobierno
socialista de ZP. Hubo un día de huelga general y sanseacabó. Los sindicatos
UGT y CC.OO. se sentaron tan ricamente a “acordar” cosas con la CEOE, la Cepyme
y la ministra de Trabajo, y la ciudadanía(parados y explotados incluidos) se quedaron en sus casas. Ayer leí que las
protestas por la reforma laboral en Francia no han cesado. Ayer era
la séptima jornada de huelga y protestas en tres meses. La policía calculó que la
movilización de ayer alcanzaba las 50.000 personas en todo el país -diez veces
más según el sindicato CGT.
El domingo, 1º de Mayo, UGT y CC.OO.
convocan las manifestaciones de rigor con el lema “Contra la pobreza salarial y social. Trabajo y Derechos” (Zaragoza, 11 horas).
Todo un eufemismo, toda una media verdad: más allá de la pobreza salarial está
el no-salario, el no-trabajo, el no-nada. Está la explotación nuda y pura. Ayer
me lo decía un joven amigo: ha encontrado aquí y allá chapucillas de
explotación, pero “mientras dé para comer algo…”. Los sindicatos deberían ser
el motor permanente y contundente de la movilización y la protesta, dada la
situación socioeconómica de España. Pero ya Jacinto Benavente escribió “Los
intereses creados”, ¡Cuántos, cuántos intereses creados en el mundo sindical, y
cuánta pereza, cuánta excusa, cuánta justificación, cuánto Tartufo entre los
que viven de las liberaciones y las subvenciones sindicales! Se me abren las
carnes cuando veo que, para colmo, a las 11,30 horas CGT con y a las 12 horas
el sindicato CNT convoca su propia manifestación. ¡Qué pena, qué vergüenza!
Ayer recibí por email
un correo de Médicos sin Fronteras que informa de que “el miércoles, 27 de
abril, a las 22:00 h (hora local), el hospital Al Quds al que damos apoyo en
Alepo (Siria) fue destruido por bombardeos aéreos, provocando, por el momento,
14 muertos.
El hospital era uno de
los más antiguos de la ciudad y su posición era bien conocida por todas las
partes en conflicto. Una vez más, condenamos estos ataques, que dejan a la
población sin atención médica esencial. Los hospitales #NoSonUnObjetivo”.
¡Menudo contraste entre MSF y algunos miembros de los sindicatos, y algunos políticos españoles!
Mi recuerdo, una vez
más, a mis compañeros y amigos abogados laboralistas de Atocha. Deseo que este
país vea algún día que vuestras muertes, vuestros asesinatos, no fueron en
vano.
Triage es una palabra
francesa (adoptada también en varias lenguas más) que significa selección. En diversas lecturas he visto “triage” en
relación con laa medicina: cuando un médico o profesional de la medicina se
enfrenta a varios o muchos casos de emergencia, ante muchos pacientes graves o
muy graves, debe decidir cuáles tienen más posibilidades de sobrevivir –y posponer
la atención de otros e incluso (en algunos casos extremos) abandonar a los
otros a su suerte. De hecho, existe también en castellano el verbo “triar”, que
según el Diccionario de la RAE significa “escoger, separar, entresacar”. “Conforme a lo establecido por el Programa Avanzado de
Apoyo Vital en Trauma para Médicos (ATLS), se denomina «triaje» al método de
selección y clasificación de pacientes basado en sus necesidades terapéuticas y
los recursos disponibles para su atención” (cfr. Wikipedia, triage). He leído
casos en que voluntarios de Médicos Sin Fronteras se convierten en héroes y víctimas
a la vez ante casos –bastante cotidianos- de “triage”.
La vida
misma, de hecho, es un permanente “triage”: ante el abanico de posibilidades
que tengo en cada momento y circunstancia, he de decidirme por una, obviando
las demás. La vida es un proceso dinámico y constante a lo largo del cual vamos
configurando nuestra personalidad y nuestra biografía. Una vida será más o
menos amorfa en la medida en que va desapareciendo de ella la conciencia misma
de ser un “triage” inmanente a su auténtico ser.
La vida
política parece a veces también tan disforme por estar tan apartada de
situaciones de “triage”. Si el objetivo básico de la política es el fomento de
los derechos humanos y las libertades cívicas (vivienda, sanidad, educación,
pensiones, atención a la dependencia, etc.) errará en su actividad en la medida
que esté dando la espalda o separada de las situaciones concretas y más
urgentes de “triage” en que se hallan muchas personas, tomadas de una en una.
Antes
ponía siempre el ejemplo de que, si una casa está incendiándose, sería de locos
ponerse a discutir sobre el color de la pintura de la escalera o sobre quién ha
tenido la culpa del incendio. El incendio es una situación de emergencia
extrema, una situación de “triage”, en la que hay que actuar pronto y rápido
para salvar vidas y enseres, en la medida de lo posible. Pues bien, la casa de
la ciudadanía se está incendiando (cada vez más recortes en derechos y
libertades, decrecen diariamente las perspectivas de que se restablezca y
crezca el principio de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Parecen
protestar (poco…) y quejarse aquellos que son presas directas e inmediatas de
las llamas del incendio. Los demás… parecen quedarse tan tranquilos o encogerse
de hombros, pues (de momento) no se ven afectadas sus habitaciones
particulares.
Un
político debería acercarse/adentrarse en la vida política si y solo si tiene
conciencia plena de que se está quemando la casa entera de la ciudadanía, así
como también de quiénes son los incendiarios. Un político debería estar cada
día tan en situación de “triage” como todas esas personas voluntarias de la
medicina situadas en el “triage” más extremo en Sudan del Sur, Bangladesh o mil
otros rincones del mundo olvidados por la irresponsabilidad del mundo rico. Un
político debería dormir algunas noches poco y mal por esta causa.
Acaba el
período de consultas, habrá elecciones generales el 26 de junio. Aluvión de
críticas a los partidos políticos, al sistema (indirectamente, a la
democracia). Baste leer el titular de El País: “La
impotencia de los partidos lleva a los españoles a las urnas”. Está claro: el
tejemaneje de los amos del circo nos quieren convencer de que para qué tanta
votación y tanto partido, si lo que hace falta es un gobierno de los que saben,
de los que van al grano, de los eficaces, de los independientes, de los
tecnócratas, como hace tiempo ya en Italia y en Grecia. Rivera apostaba hace
poco por un Jefe de Gobierno “independiente”. Sánchez, a su vez, por un
Gobierno socialista con “independientes” de distintas ideologías y corrientes,
“también” de Podemos, C’s, IU…
Entretanto, nos entretienen con el pim-pam-pum de
los papeles de Panamá y de los famosos que van sacando a la luz. Quienes mueven
los hilos de los papeles de Panamá son tan “independientes” como los
anteriores, como son asimismo independientes las Fundaciones de Rockefeller,
Ford y George Soros, que financian el Center for Public Integrity, del que es un proyecto
el International Consortium of Investigative Journalists, que llevan y difunden
a cuentagotas los papeles de Panamá.
Ni una palabra, en
cambio, sobre el reformado artículo 135 de nuestra Constitución y su “principio
de estabilidad presupuestaria”, los 24.000 millones de euros que debe recortar
el próximo Gobierno, las “recomendaciones” de “ajustes presupuestarios” que un
Organismo tan “independiente” como El FMI anuncia y exigirá por vía directa y/o
indirecta. Es la omertá, la ley del silencio: no habla nadie porque a nadie le
conviene sacarlo a relucir. Como de la corrupción y sus entresijos y sus implicados.
Si habla uno solo hasta el fondo del pozo negro, se cae el castillo de naipes
entero. Salen famosetes, aparecen personajes con los que alguien vete a saber
qué venganza o plan lleva a cabo. Ni una empresa del Íbex 35, ni un lobby, ni
una multinacional.
Nuestros supuestos
“líderes” políticos dan pena. Hablan y hablan. Se contradicen y se contradicen.
¿Alguien les cree o dice creerlos, salvo aquellas personas que viven del
asunto? Las utopías (no lo imposible, sino lo óptimo) languidecen en sus manos,
mientras otros se frotan las suyas de placer y satisfacción.
Precisamente por ello, es más necesario hoy que nunca afirmar que sin
utopías reales y auténticas la vida carece de horizonte, de tensión, de dinamismo,
de verdadero sentido, por mucho el poder y los poderosos están encantados con
que las utopías nos parezcan una tontería o algo irrealizable.
Con utopías la vida y el mundo son perfeccionables, mejorables y por ello
nos esforzamos, luchamos y hacemos de cada día un senda virgen con la esperanza
de una vida mejor y un mundo mejor.
La utopía no sólo es algo bueno, sino el grado óptimo de cada cosa, de
cada ser. Quizá nunca la veamos plenamente realizada, pero nos inyecta energía,
vitalidad, rumbo y sentido para seguir caminando.