Fotografía-retrato de Vera Benavente.
por Carlos Juan Borroy, a través de
Facebook
Con gratitud.-
Escribía Arnaldo Otegi en su página web,
que Che Guevara dijo que a los revolucionarios les guían grandes y profundos
sentimientos de amor por el genero humano.
Eso es lo que guía al Profesor Antonio Aramayona, Mari Sol Ibañez, Marga y
muchos de los ciudadanos de Zaragoza y de otras ciudades del Estado, que
enterados de la lucha desigual de estas personas, se han acercado a la calle
Alfonso simplemente para darle las gracias, decirle que no está solo o hacerse
una fotografía con ellos para que quede constancia que detrás de su lucha hay
un Pueblo.
Antonio Aramayona es un Revolucionario. Con
"R" mayúscula, porque efectivamente lo que le guía en su lucha es un
profundo amor por el género humano. Y por la Humanidad en general. Porque su
lucha no sólo es para hoy. Su lucha pretende garantizar un tipo de Escuela, un
tipo de maestros y de Educación basada en la igualdad, en la enseñanza laica y
en la Universalidad.
El movimiento revolucionario del Profesor
Aramayona es generoso, altruista, solidario y tremendamente humilde. Porque el
Profesor Aramayona no lucha por nada que sea para él: lucha por algo que cree
justo para nuestros hijos y nuestros nietos.
Y sí, su lucha es desigual, porque el
contrincante es algo tan abstracto como el Poder establecido, los Gobiernos que
mandan sobre los Ejércitos y las Policías, sobre sus armas y su capacidad de
amedrantamiento y presión personal.
El profesor Aramayona tan solo lucha con la
inseparable compañía de Mari Sol Ibañez y la palabra. El poder de la PALABRA,
que es mucho mayor que el de las armas, porque con la PALABRA se firman las
paces y se alcanzan los acuerdos.
Que nunca nos falte la Utopía, amigo
Antonio. Que jamás dejemos que nos roben los sueños. Y que cuando sólo nos
queden las PALABRAS, procuremos que estas sean PALABRAS DE AMOR.
Carlos Juan
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Gracias, Carlos Juan.
Con la misma gratitud y cariño, permíteme que sea
José Hierro quien te dé mi RESPUESTA:
Quisiera que tú me entendieses a mí sin palabras,
sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente.
Que tú me entendieses a mí sin palabras
como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un álamo
verde.
Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte.
Hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones que tú no
comprendes.
Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol invisible,
la pasión con que dora la tierra sus frutos calientes.
Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte.
Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve.
Yo quisiera que tú la sintieras también inundándote el alma,
yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también te quemase y
te hiriese.
Criatura también de alegría quisiera que fueras,
Criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte.
Si ahora yo te dijese que había que andar por ciudades
perdidas
Y llorar en sus calles oscuras sintiéndose débil,
y cantar bajo un árbol de estío tus sueños oscuros,
y sentirse hecho de aire y de nube y de hierba muy verde...
Si ahora yo te dijera
que es tu vida esa roca en que rompe la ola,
la flor misma que vibra y se llena de luz bajo el claro
nordeste,
aquel hombre que va por el campo nocturno llevando una
antorcha,
aquel niño que azota la mar con su mano inocente...
Si yo te dijera estas cosas, amigo,
¿qué fuego pondría en mi boca, qué hierro candente,
qué olores, colores, sabores, contactos, sonidos?
Y ¿cómo saber que me entiendes?
¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos?
¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte?
¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna,
poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste?
Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras
como tú me entendieses.
Como nutren las palabras cuando salen de esas almas preciosas, que como un regalo poneis ante mis ojos
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