Día marcado por la intervención de Mariví, a quien deseamos un buen y pronto restablecimiento.
Por lo demás, bastantes personas, conversación animada y buenas vibraciones.
Sigue hablándose mucho hoy sobre la
muerte de Robin Williams.
Nos han presentado siempre la figura del suicidio
como algo horrendo y vergonzante, que hay que ocultar y silenciar. Algunas
personas incluso se oponen a la eutanasia activa y/o pasiva, al estar
sustentada su ideología en el prejuicio religioso (jamás argumentado ni
demostrado) de que la vida propia no depende de uno mismo, sino de un supuesto
ser creador, en el que creen algunas personas y grupos de ciudadanos, y que
tratan de imponer a todos los demás.
Quienes aceptan la eutanasia, pueden dar un paso más y admitir el suicidio
médicamente asistido, donde una persona, libre y responsablemente, muere porque
así lo ha decidido, rodeado de personal sanitario adecuado y de sus allegados,
y con todas las garantías sanitarias. Sin embargo, se sigue presentando
exclusivamente en estos casos el caso del enfermo terminal, a quien se le
quiere evitar dolor y agonía innecesarios.
Se está olvidando así el derecho
inalienable de todos y cada uno de los seres humanos a decir libre y
responsablemente sobre la propia vida. ¿Por qué no respetar a los demás cuando
deciden si hay que morir en el momento justo, en lugar de morir demasiado tarde
o demasiado pronto?
Quien realmente ama
la vida en plenitud es capaz de celebrar la fiesta de su muerte plena y
cabalmente realizada: es así como morir se muestra como la consumación de una
victoria. Hemos de aprender a morir, dejándonos de festejar la muerte como
quieren que lo hagamos quienes han renunciado a vivir. Morir así es un acontecer
grandioso, a condición de que muramos combatiendo y prodigando lo mejor de
nosotros mismos. De hecho, morir está en las antípodas de esa muerte que entre
aspavientos ven algunos acercarse furtivamente como un temible ladrón.
“Esta es la muerte que
deseo”, escribe Nietzsche, “la muerte libre, que viene a mí porque yo quiero.
La quiero en el momento justo –continúa-, cuando perciba que alcanzo mi meta y
otros van a continuar el camino que ahora estoy recorriendo”. Libres para la
muerte y libres en la muerte, se muere amando a la vida, afirmando con la misma
pasión lo humano y lo terreno. Por eso mismo es tan deseable el morir donde
sigue brillando la fuerza de la vida, ya que, de lo contrario, se habrá
malogrado hasta el morir mismo.
Hay que morir con orgullo y dignidad cuando ya no es posible vivir con
orgullo y dignidad. Esa decisión pertenece a cada ser humano. Esa decisión
pertenece, en su propio caso, a Robin Williams. La muerte libre. La vida libre.
La misma dignidad en el vivir y en el morir. El derecho a decidir libre y
responsablemente mi vivir y mi morir, sin que nadie usurpe o suplante jamás ese
derecho.
Anda, Chingón, que nos estamos poniendo demasiado
serios. Cantadnos “Malagueña salerosa”,
que la cantáis de maravilla y le gustaba un montón a Robin Williams.
Un tema incómodo para muchos. En general, la muerte es tabú. Además, a la gente le molesta porque, como no suele hablarse de ello, no saben lo que opinan los demás y no pueden copiarlo.
ResponderEliminarEl monopolio de la iglesia sobre los cuerpos, las mentes, los nacimientos y los óbitos. Mejor que se metan en lo suyo. Dios intervendrá en la vida de los creyentes, en todo caso. En quien se deje, vamos. Lo malo es que no respetan nada: intervención en el aborto, en la eutanasia... Respetaremos su religiosidad cuando ellos respeten nuestro ateísmo. Es lo justo, ¿no? Pues no parece que lo entiendan.
Pero en el caso del suicidio voluntario, pienso que hay que tener mucha cautela porque hay gente deprimida que no quiere morir realmente sino salir del mal momento que está atravesando. Es una cuestión muy delicada y que se presta a muchas confusiones.
Un tema incómodo para muchos. En general, la muerte es tabú. Además, a la gente le molesta porque, como no suele hablarse de ello, no saben lo que opinan los demás y no pueden copiarlo.
ResponderEliminarEl monopolio de la iglesia sobre los cuerpos, las mentes, los nacimientos y los óbitos. Mejor que se metan en lo suyo. Dios intervendrá en la vida de los creyentes, en todo caso. En quien se deje, vamos. Lo malo es que no respetan nada: intervención en el aborto, en la eutanasia... Respetaremos su religiosidad cuando ellos respeten nuestro ateísmo. Es lo justo, ¿no? Pues no parece que lo entiendan.
Pero en el caso del suicidio voluntario, pienso que hay que tener mucha cautela porque hay gente deprimida que no quiere morir realmente sino salir del mal momento que está atravesando. Es una cuestión muy delicada y que se presta a muchas confusiones.