“Súmate a la campaña.
Saca tarjeta roja al maestro
que use a tu hijo para hacer
política”.
Me llega a través de mi querido compañero
Domingo la imagen, que me deja estupefacto.
Al menos lo llaman “campaña”, no sé si
porque les parece suficiente o porque aún no se les ha ocurrido la palabra
“cruzada”.
“Tarjeta roja”. Roja, roja, roja. Lo rojo
es expulsión, peligro, amenaza. Hay que ser azul, azul claro, color cielo y
firmamento, donde dejan su silueta gaviotas y gaviotas volando gozosas y
bienaventuradas.
El maestro, una vez más, muñeco del pim,
pam, pum. Intoxicar la escuela pública
de enseñanzas ideológicas, religiosas, de creencias y pamplinas contrarias a la
ciencia y a la razón, carece de importancia. Más aún, contribuye al “desarrollo
pleno de la aspiración humana a la transcendencia, imprescindible para todo ser
humano y toda buena educación que se precie”.
Ese maestro recibirá una tarjeta roja si
hace “política”. En la escuela no hay que hacer política. La LOMCE no es
política. Los recortes no son política. Silenciar la realidad no es hacer
política. Hay que atenerse al libro de texto (casi todos en manos de
editoriales religiosas, salvo alguna de PRISA), a los programas y unidades
“didácticas”, a acostumbrar a esos primeros brotes verdes de ciudadanía a no
pensar, no hacer, no manifestar, obedecer, callar, reproducir.
Cada vez asocio más al partido gobernante y a la ideología de sus secuaces con las garrapatas. Saltan sobre cualquier ser vivo que pase a su lado,
perforan su piel, succionan su sangre, hinchan e hinchan su cuerpo de tanto
chupar y comer la sangre ajena. Eso sí, si alguien se opone a su forma de ser,
pensar y actuar invitarán a cualquier ser vivo potencialmente a su alcance a
sumarse a la campaña y a sacar tarjeta roja a cuantos se atrevan a manifestar
que otra vida es posible, que otro mundo es posible, que otra educación es
posible.
Ya lo hicieron a partir del 36 y no
quieren traicionar la política seguida por sus ancestros: exterminio del maestro
que piense y enseñe a pensar, que eduque, que abra las ventanas del alma de su
alumnado.
Ah, por cierto, ¿y de dónde han sacado la
idea de que tienen potestad para sacar tarjeta roja a alguien?
¡No a las tarjetas de cualquier color! ¡Viva
la libertad de enseñanza, la libertad de expresión, la libertad de cátedra! ¡Viva
la libertad!
Quien hace la campaña ejerce su libertad y tiene libertad de expresión, además probablemente está organizado y sabe cómo influir en la actividad social en su beneficio.
ResponderEliminarEso es lo que está faltando en los defensores de lo público. Ya hace muchos años que se podría haber sacado tarjeta roja a quienes utilizan la escuela para formar en creencias y a quienes quieren hacer negocio con la enseñanza y muchas otras cosas, pero la libertad hay que defenderla y ganársela. Si pensamos que la libertad solo se ejerce, nos encontramos que otros la ejercen en su interés y arrastran la sociedad porque la sociedad ya está preparada para captar su mensaje sin hacer una sola crítica.
El compromiso es necesario y el rechazo a estas campañas debe salir inmediatamente de los colectivos preparados para hacerlo con mensajes muy estudiados.
A mí solo se me ocurre que al que enseñe una tarjeta roja se le llame imbécil.