ILustración: Mila Santos Dolz
Publicado hoy en el Huffington Post
“Hola, buenas tardes, soy Gregor Samsa”, dijo
nada más abrirle la puerta, e inmediatamente entró en mi casa, saludando apenas
con un leve movimiento de cabeza. Me temí lo peor: en unos minutos Gregor Samsa
podría estar en algún rincón de la casa transformándose en un insecto enorme. Sin embargo, él trató de
tranquilizarme, pues seguramente había adivinado mis temores. “Ya no me transformo en insecto desde hace
años”, aclaró. “Franz, mi creador, tuvo esa infeliz idea de la que afortunadamente
he podido liberarme. Mis transformaciones son ahora más modernas, más del gusto
de tus contemporáneos”.
Yo
estaba confuso, no sabía qué decir. Gregor Samsa aceptó un refresco de naranja,
y cuando volví de la cocina con una lata y un vaso vi que se había despojado de
la amplia túnica que llevaba y, completamente desnudo, su cuerpo estaba
cubierto de hojas de papel de muchos tamaños, pegadas con cinta aislante o
clavadas con chinchetas de distintos colores. “No te espantes”, exclamó Gregor Samsa, “simplemente estás contemplando la versión actual de la Metamorfosis de Gregor Samsa”.
Aquella visión me producía pena y lástima, pero, movido por la curiosidad, acercándome
lentamente, me puse a leer aquellos papeles. “Algunas de esta hojas te conciernen”, siguió diciéndome Gregor
Samsa, y fue señalando algunas, concretamente cuatro, clavadas en su clavícula
izquierda, dirigidas a Antonio Aramayona: Diligencia de Embargo 50142008089A,
de 240 euros, por desobediencia a la autoridad. Otra, sanción de 600 euros por organizar
una concentración no autorizada, y otras dos sanciones análogas que de momento
discurren por la vía penal.
Miles
y miles de papeles más abanicaban lentamente el pesado aire del comedor. “Soy el insecto monstruoso de vuestros días.
Sois varios miles los que tenéis
pendientes actualmente sanciones, multas, juicios, por ejercer vuestro derecho
a la libertad de expresión, el derecho de huelga, la oposición a un desahucio
contrario al derecho a una vivienda digna… Lee, lee; entérate, anda”. Y leí:
“Tres
años y un día de prisión más casi 1.200 euros de multa para Ana y Tamara de
Pontevedra por participar en un piquete en el que alguien echó pintura al agua y las gradas de la piscina”. “Multa
de 302 euros a veinte trabajadores de Parques y Jardines de Zaragoza y
otras personas que fueron identificadas en un pacífico escrache al vicealcalde
del Ayuntamiento”. “Tres
años y un día de prisión para Carlos y Carmen por participar en un piquete
informativo del 29-M”. ……………………..
“Desde el año 2012 se han impuesto más de 1.100
multas con un importe total de más de 200.000 €”,
me explica Gregor Samsa. “Eso es lo que
me convierte en el bicho repugnante que estás viendo ahora, más repugnante aún que
el ideado para mí por mi señor Kafka”.
Una legión de tábanos verduzcos
revoloteaban alrededor de su cabeza y fue entonces cuando me percaté de que el
rostro de Gregor Samsa estaba muy hinchado y lleno de pústulas. Sin que nadie
tuviera que explicarme nada, supe con certeza que aquellos dípteros chupadores
de la sangre ajena eran ministros, subsecretarios, directores generales,
presidentes autonómicos, delegados del Gobierno, Comisarios, Consejeros, etc.
etc. cuya principal dedicación parece ser multar, sancionar, castigar, meter
miedo a la gente o enchironar a cuantos se muevan, a excepción de banqueros,
grandes empresarios, terratenientes, personas de sangre azul, corruptores y
corruptos en general…
Desde aquel día, Gregor Samsa sigue viviendo y durmiendo en mi casa,
aumentando a diario el número de papeles sobre su cuerpo, maldiciendo a los
tábanos y añorando aquellos viejos tiempos en que solo era un repugnante, pero
también inofensivo y pacífico insecto, tal como lo había descrito en 1915 su
creador, Franz Kafka. A veces he llegado a pensar que Gregor Samsa y yo somos el
mismo monstruo repugnante cubierto de papeles y torturado por tábanos aún más repulsivos. En realidad, somos
millones de seres humanos los que hoy constituimos la metamorfosis actual de
Gregor Samsa.
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