Vuelvo a tener visita diaria de alguien a
quien valoro y aprecio sobremanera. Se adosó a la pared del portal de la
Consejera aragonesa de Educación en cuanto recompuse el cartel y me dispuse a
pasar así y allí las próximas dos horas del día. “Estoy haciendo cuentas con el
Amor”, saludó, “y es que a mi edad no es posible engañar o engañarnos”. ¡Pablo
Neruda! ¡Pablo Neruda en el portal de la Consejera, a mi lado!
“Siempre he echado de menos el infinito
de la mujer a quien amo y en el que
me zambullo”, explicó Neruda, “tu desértica soledad se torna vergel en este
portal, sin infinitos femeninos, pero pleno de horizontes sin límite”. Me
sonreí, pues la ironía era quirúrgicamente fina. Y entonces siguió contándome:
“La boca de la vida besa mi boca. Vivo. Amo y soy amado. No me circunscribo a
los contornos de una mujer, por mucho que la ame, pues recibo en mi ser cuanto
existe”.
“Precioso, Pablo, me emociona escucharte,
tienes el tino exacto para llegar directamente al corazón”. “Gracias, Antonio”,
continuó Pablo Neruda, “lo importante es que siempre te sientas bien, feliz. Ser
feliz, sí, ser feliz porque sí, porque respiro y porque tú respiras, ser feliz
porque toco la rodilla que anhelo bajo el rumor de las olas que rompen contra
la arena. Es como si tocara la piel azul
del cielo y su frescura….”.
“Me siento algo cansado, Pablo”, confesé,
“demasiado caminar tantos años siempre hacia arriba, preguntándome si acaso no
soy otra cosa que un remedo de Sísifo”.
Pablo Neruda se quedó pensativo durante
un buen rato. Después, con su mirada aparentemente perdida en el suelo,
comentó: “Entre los labios y la voz, algo se va muriendo, algo con alas de
pájaro, algo de angustia y de olvido. Así como las redes no retienen el agua, apenas
quedan gotas temblando. Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces. Algo
canta, algo sube hasta mi ávida boca. Cantar, arder, huir, como un campanario
en las manos de un loco. Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío, mi
corazón se cierra como una flor nocturna…”.
“Siempre tenía entre ceja y ceja componer
una canción con ´puedo escribir los versos más tristes esta noche…´, pero me
quedaba paralizado, leyendo una y otra vez ese tu poema, emborronándolo en cada
intento…”, le conté.
“Tú escribes diariamente alegres versos
cada mañana en este portal. Por eso estoy ahora aquí, contigo, Antonio”, me
respondió Pablo Neruda.
Me puse a llorar a mares por dentro, sin
que lo notaran los viandantes de la calle Alfonso I de Zaragoza. En mis manos
dejó Pablo Neruda una caracola y una miniatura de un mascarón de proa.
Hoy he tenido el privilegio de estar con
Marisol, Marga, Sergio, Carlos, Iñaki…. y otros muchos compañeros y compañeras.
Hemos disfrutado de pompas de jabón y también hemos librado de una multa casi
segura al autor de las pompas, retenido e identificado a pocos metros de
nosotros por la Policía Local.
Hasta
mañana
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.