jueves, 5 de febrero de 2015

Diario de un perroflauta motorizado, 437

 Recibí ayer los comentarios de un buen amigo, a quien aprecio mucho, sobre unos rápidos trazos vertidos ayer en este Diario en torno a la última encuesta del CIS sobre intención de voto y expectativas electorales. Me quedé tras leerlos entre pensativo y preocupado.
Su posición central es que “no conseguiremos la utopía sin antes conseguir la hegemonía”. Me chirría la palabra “hegemonía”. El diccionario de la RAE la define como “supremacía que un Estado ejerce sobre otros” y “supremacía de cualquier tipo”, por lo que busco allí mismo qué es supremacía: “grado supremo en cualquier línea” y “preeminencia, superioridad jerárquica”. Concluyo que lo que quizá él quisiera decir es “no conseguiremos la utopía sin antes conseguir unos resultados electorales suficientes para llegar al poder y entonces llevar a cabo la utopía”.
Personalmente, pienso que la utopía no solo ni principalmente es una meta última, sino el motor permanente que impulsa todo movimiento. Una meta suele ser ajena y externa, la consecución de votos es algo meramente instrumental, pero no así la energía motriz que impulsa en el camino, en la lucha y en los valores que alimentan esa caminar. Esa es la utopía.
Quizá por ello ese buen amigo también escribe: “Pero entiendo que ambos hechos pueden ir de la mano. Conseguir mayorías sin olvidar lo programático”. Lo conozco y sé que se está dejando la piel en que no se separen en demasía programas y electoralismos.
Lo cierto es que difícilmente es ético conseguir mayorías convirtiendo “lo programático” en un maquiavélico ejercicio de ambigüedad calculada  para no sobresaltar al posible votante (antes del PP, del PSOE o de IU), pues uno no es ni de derechas ni de izquierdas ni de centro, sino de todo lo contrario!). De nuevo, el voto, lo votante y el votante. De nuevo, la política como emético.
La ciudadanía es algo más que una masa potencial de personas que otorgan el voto cada equis años para “conseguir mayorías”, eso sí, “sin olvidar lo programático”. Sin embargo, me remito a los hechos: consulto programas y propuestas fundamentales, y en ellos me quedo estupefacto al constatar que queda eliminado cualquier punto conflictivo, que finalmente va a formar parte de grandes párrafos y grandes palabras, cosidos mediante una abigarrada sintaxis, para al final decir NADA, para no perturbar la intención de voto del VOTANTE.
¿Utopía? ¡Que manera tan sencilla, maquiavélica, de corromper las palabras, a costa de romper la buena fe y la buena voluntad de militantes limpios y sinceros!
No hace muchos días, una persona a quien igualmente aprecio mucho me contaba en el portal de la vivienda de la Consejera aragonesa de Educación que había asistido a un curso impartido por un dirigente puntero del Partido. Creo recordar que la tesis fundamental del curso se resumía en que la verdad no es de momento lo fundamental y primario a la hora de exponer y debatir algo ante un público o una asamblea, sino convencer, persuadir del mensaje al auditorio, de tal forma que voten por las posiciones del Partido, ya que el objetivo inmediato y básico es conseguir el poder mediante la mayoría de votos suficiente para ello. Le respondí de inmediato que eso mismo lo habían dicho y enseñado 2.500 años antes los sofistas y el movimiento sofístico. Aprecio mucho al interlocutor con el que hablaba aquella mañana en el portal de la Consejera. Por eso eran mi tristeza y mi espanto tan grandes, tan profundos.
Aunque no sea más que para evitar mayores quebrantos de mi salud corporal y coronaria, y dada mi hartura de tanto “elecciones y ganar elecciones”, candidaturas, géneros, especies, subespecies y otros posibles persuasores, intento alejarme cada día en espíritu, ya que en cuerpo no me dejan, de toda esa maquinaria oxidada, podrida.
No obstante, albergo aún la esperanza de que algún día las personas -¡millones!- que quieren un cambio real vean plasmados sus deseos e indignación desde la unidad de una sola fuerza social, ciudadana y política, y no desde el disenso, las camarillas, las candidaturas enfrentadas y los buscavidas dentro de las candidaturas. Lo llamaba ayer “Frente Popular” para honrar a nuestros mayores y para no inclinar involuntariamente mis palabras hacia ninguna posición política actual.
Como todo esto está resultando quizá demasiado pesado, ahí va un buen chiste: Pablo Iglesias estuvo ayer en Zaragoza para apoyar a la candidatura “Claro que Podemos” como Consejo Ciudadano de Aragón. Y va el superbarón y dice: ¡"no podemos ser un partido con barones"! Y la clac ( claro que puede) aplaude.

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Hoy el frío ha sido muy duro de soportar, más con el fuerte viento que apenas ha cesado en toda la mañana. Hemos iniciado la jornada Marga, Marisol y yo. Poco a poco ha ido aumentando la compañía.







Cada vez que escucho ese Movimiento del Concierto para piano y orquesta de Shostakovich se me saltan las lágrimas


Hasta mañana


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