Hoy me he levantado pronto, me he mirado
en el espejo y me he notado especialmente en minúscula. He recordado entonces
un poema que he releído despacio, como quien bebe sorbito a sorbito una
manzanilla con la esperanza de encontrarse después mejor. La
vida en minúscula, lo titulé hace muchos años:
Tantas veces empeñados en llegar a lo esencial,
Abrumados por el peso de las Grandes Ideas,
disueltos en el mar de Verdades aplastantes...
Y nosotros, aquí,
con los ojos húmedos y el alma en carne viva,
diciendo
"no soy nadie, no valgo para nada...",
atrapados en las fauces de Deberes gigantescos,
perdidos, derrotados, neutros.
Y grita el alma
de las cosas pequeñas
como nosotros
aquí
en la herida de la tierra, nuestra tierra,
en el hueco proceloso y solitario de dos manos temblorosas,
en ese sabor a fracaso
r-e-p-e-t-i-d-o
que golpea la memoria,
en los días por venir y tan temidos.
Aúlla la luz vacilante que nos alumbra por dentro
y el beso deseado y no obtenido
y el verso de la prosa dormido en cada cosa,
el ansia de querer y ser querido
la huida dolorida hacia uno mismo
el dolor de vernos como somos
y, en fin, lo pequeño, lo débil y lo nimio
ahogado y olvidado tantas veces
por mor de lo esencial
de las grandes ideas
de las mayúsculas.
El día en que se mueran los principios absolutos,
todas esas ataduras que aprisionan nuestras manos,
el día en que volemos relajados,
rozando mutuamente nuestras alas,
convirtiendo nuestro poco en un mucho compartido
y la nada, en algo
y los otros nos siembren soledad y compañía,
y sequen nuestras lágrimas otros cuerpos y otras manos
y la risa se zambulla en la del otro
y todo sea bueno o sea malo
según sea acogido o rechazado
y se borren de raíz anonimatos,
y el miedo a la traición, al desengaño,
a sufrir y a hacer daño,
cuando nadie distinga entre mente y corazón
y el cerebro lata enamorado,
y nos llamen por el nombre verdadero,
ese día,
créeme,
nos sentiremos, por fin, aliviados por la brisa y por el
trueno,
por la lluvia, la noche y el océano
la caricia de lo débil y pequeño
amasado en barro
envuelto en viento.
Y también,
como nosotros,
en algún lugar postergado hasta el momento,
quizá arrinconada y polvorienta
una estrella pequeña nos espere
regalo del amigo,
ardor entregado del amante
aliviando la fiebre y el insomnio
ofreciendo un hombro en que apoyarnos.
Para eso solamente.
Minúscula
viva.
Minúscula cálida.
Mañana muy fría. El cierzo ha soplado con
terca fiereza y el tiempo transcurre despaaaacio, muuuuy despaaaacio. Se acabó
esta primera semana del 21º mes. Si hemos resistido esta semana, ¿qué no
podemos resistir ya?
Recuerdo también que para Nietzsche la
madurez es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño.
Eso es lo que hoy deseo para mí y para tod@s. Desde ese espejo que son los ojos
de cada un@. Por eso te dejo ahora y aquí Spiegel im Spiegel (espejo en el espejo) de
Arvo Pärt:
Hasta mañana
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