PUBLICADO AYER EN EL HUFFINGTON POST
Se llevó por delante a todo un
ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, que creyó que entre los
mercaderes de la política algo es inconmoviblemente verdadero o falso. En su
programa electoral, el Partido Popular, bajo el lema “Lo que España necesita”, decía
en la medida 06 del apartado 3.1. “La familia, primera sociedad del bienestar”:
“La maternidad debe estar protegida
y apoyada. Promoveremos una ley de protección de la maternidad con medidas de
apoyo a las mujeres embarazadas, especialmente a las que se encuentran en
situaciones de dificultad. Impulsaremos redes de apoyo a la maternidad.
Cambiaremos el modelo de la actual regulación sobre el aborto para reforzar la
protección del derecho a la vida, así como de las menores”.
Es decir, todo un monumento a la
inconcreción y la ambigüedad. Ruiz-Gallardón quiso una contrarreforma de la actual ley
del aborto como trampolín hacia otras rutas imperiales, pero la aventura acabó
en desventura. La Conferencia Episcopal Española (aunque en tono menor:
gobierna el PP), el ala más conservadora del PP y otras asociaciones
antiabortistas se impacientaban, pero los voceros más prominentes del PP se
apresuraban una y otra vez a decir que cumplirían sus “compromisos electorales”
y reformarían la ley del aborto.
La cosa es que desde el comienzo
del mandato del Gobierno de Rajoy y su mayoría absoluta parlamentaria hasta hoy
no se ha movido una mosca en relación con la Ley del aborto. El Título II
de la Ley Orgánica 2/2010 de salud sexual y reproductiva y de la interrupción
voluntaria del embarazo ha continuado incólume y sin la más leve modificación,
por lo que la ley de plazos sobre la interrupción voluntaria del embarazo no
retornó jamás a la anterior ley de supuestos… hasta hoy. Sin embargo, como hace
unos días se comunicó a bombo y platillo desde el PP el enésimo advenimiento de
la reforma de dicha ley del aborto, estamos a la espera de en qué acabará este
nuevo anuncio.
Temblaron los cimientos de las casas,
tronaron los sagrados montes de la moralidad tradicional, imaginamos que la ley
del aborto actual entraba en la sala de partos y la majestuosa gaviota
enseñaría pronto, desde la balconada de Génova, su nueva criatura, más
presentable, más y mejor vestida, acorde con los cánones éticos y estéticos de
la moral de siempre, de la moral hispanovisigótica.
Los montes Populares están de parto, el PP ya ha registrado en el Congreso
una proposición de ley para reformar la actual legislación sobre la interrupción
voluntaria del embarazo, e incluso su portavoz, Rafael Hernando, prietas las
filas, recias y marciales, proclama que van a responder con su firmeza de
siempre al cumplimiento de “una parte muy importante del programa
electoral".
Dicen que se debatirá a finales de marzo y se aprobará en junio. Y
entonces, defendiendo la bandera de la santa tradición, darán a conocer tan
esperada y fausta nueva: romperán aguas, abrirán sus fauces las montañas
nevadas y se anunciará la derogación del apartado 4 del artículo 13 de la Ley
Orgánica de Salud Sexual y Reproductiva e Interrupción Voluntaria del Embarazo
y se añadirá a la Ley de Autonomía del Paciente que "para la interrupción
voluntaria del embarazo de menores de edad o personas con capacidad modificada
judicialmente será preciso, además de su manifestación de voluntad, el
consentimiento expreso de sus representantes legales”.
En otras palabras, los montes han parido felizmente el ratoncito de que una
menor podrá abortar si y solo si lo autorizan sus papás, lo cual quieren hacer
coincidir con el compromiso del PP en su Programa electoral del 2011 de
reformar la Ley Orgánica 2/2010 de salud sexual y reproductiva y de la interrupción
voluntaria del embarazo.
En resumen, los antiabortistas andan ya cabreados con el anuncio del timo
del tocomocho por parte del PP en materia del aborto. Por otro, no pocas
menores de edad sometidas al supuesto criterio, en ocasiones inexistente,
aberrante o alienante, de sus progenitores o tutores. Fito Vázquez lo ha dejado
magníficamente plasmado en estas mismas páginas en una genial viñeta donde una
adolescente se pregunta: “¿Y quién dice que mis padres estén preparados para
tener un hijo mío?”.
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