Una de las grandes vías de agua que ponen en
cuestión la plena autenticidad de la democracia española es el tratamiento
político y penal que ha recibido sistemáticamente el político Arnaldo Otegi, de
ideología marxista e independentista vasco (lo cual puede resultar tan
discutible como legítimo), actual secretario general de Sortu, acusado y
condenado en múltiples ocasiones de pertenecer y alentar a ETA y actualmente
aún en prisión por pertenencia a ETA en el “caso Bateragune” (“punto de
encuentro”, en euskera).
Como buen botón de muestra del recorrido penal al que
está sometido Otegi, este fue detenido en 2009 en la sede central del sindicato
LAB con otros miembros más de la “izquierda abertzale” bajo la acusación de
buscar la reconstrucción de la Mesa Nacional de Batasuna con el objetivo final
de poder presentarse junto con otros partidos vascos a las elecciones
municipales y forales del 2011. Personalmente, no veo por ningún lado dónde se
halla el supuesto delito terrorista perpetrado por Otegi.
De igual modo, Otegi fue condenado por la Audiencia
Nacional a diez años de prisión por pertenencia a ETA en grado de dirigente,
pero en 2012 el Tribunal Supremo rebajó su condena a seis años y medio de
prisión al no encontrar argumento alguno que avalase tal acusación. La cosa no
termina allí: incluso cuando en junio de 2012 el Tribunal Constitucional
declaró la legalidad de Sortu, este Tribunal negaba la liberación de los
procesados por el caso Bateragune, mostrando un amplio disenso entre los
miembros mismos del Tribunal. Contrasta tanta dureza político-penal contra
Otegi con las salidas de rositas y los brindis al sol perpetrados diariamente a
favor de los chorizos, defraudadores, blanqueadores, torturadores,
prevaricadores, etc., pertenecientes a toda suerte de partidos, sindicatos,
asociaciones y organizaciones… casi todas y todos públicamente abrazados a la
banderita roja y gualda.
Y la lluvia siguió cayendo sobre mojado: la Audiencia
Nacional absolvió a Otegi en 2010 del plan “criminal” de proponer en el
velódromo de Anoeta la creación de unas “mesas de
diálogo” para solucionar el “conflicto vasco”, al no encontrar dicho
Tribunal ensalzamiento alguno de ETA, sino más bien la defensa de “la conveniencia y necesidad de un proceso
de diálogo y negociación para la resolución del conflicto de manera pacífica y
democrática”. Otegi ha estado sometido a un interminable carrusel de
acusaciones, condenas y encarcelamientos que han ido confirmándose y
desdiciéndose al ritmo de los temores e intereses políticos hispanos.
Entre los delitos más
“criminales” y execrables cometidos por Otegi está el hecho de que a finales de
2005 se manifestase en el diario Gara partidario del presidente venezolano Hugo
Chávez y de la revolución bolivariana, como modelo para alcanzar la
independencia vasca, lo cual no tiene perdón ni remisión posibles,
especialmente desde los medios de comunicación en manos de la ultraderechona.
Sin apartarnos de los
crímenes perpetrados por Otegi, este fue condenado en
2005 por el Tribunal Supremo a
un año de cárcel por “injurias a la Corona al declarar que “el rey de España es el jefe supremo del Ejército español, es decir, el
responsable de los torturadores y el que protege la tortura e impone su régimen
monárquico a nuestro pueblo por medio de la tortura y la violencia”, aunque
se suele ocultar que en 2011 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó al
Estado español a pagar 20.000 euros en concepto de daños morales por “vulnerar la libertad de expresión de Otegi”
en el caso de las “injurias al Rey”.
Asimismo, en 2006 ingresó
en prisión (salió a los pocos días), acusado de inducir ni más ni menos que
cien actos violentos en una huelga celebrada en Euskadi. La puntilla fue
asestada en abril de ese mismo año: condenado a quince meses de prisión por
enaltecimiento del terrorismocon ocasión del homenaje al histórico miembro de
ETA J. M. Beñarán (“Argala”), salió de prisión en 2008 declarando ser
partidario del “diálogo y la negociación”, así como de la no violencia
armada, para solventar el “conflicto
vasco”, pues prefería condensar todas las fuerzas independistas vascas en la
coalición electoral Bildu.
La lista de “actos
criminales” de Otegi es interminable. Cabe destacar la huelga de hambre
iniciada en la cárcel por él en 2010 y su incomunicación en la propia cárcel
como medida cautelar tras hacerse pública una grabación suya en un mitin de
Bildu, en la cual llamaba a “vaciar las
cárceles y ocupar las calles para defender nuestros derechos”. Por otro
lado, ser secretario general de Sortu desde 2013 no le vale de nada mientras
este encarcelado y hasta que recobre la libertad, cosa que solo hace que
retrasar su reconocimiento como líder indiscutido del movimiento
independentista vasco en los próximos años.
Cuando aún era Ministro del Interior, Ángel Acebes,
envió al mundo de las naderías al “miserable” (así lo calificó) Arnaldo Otegi,
cuando éste declaró que ETA nada había tenido que ver con el atentado del 11-M
en Madrid. Sin embargo, Acebes cambió de opinión sobre Otegi tras leer un libro
en el que éste insinúa unas presuntas conversaciones durante años entre su
partido y el partido socialista vasco. Acebes, tras transformar mágicamente a
Otegi en persona digna de todo crédito, conminó a Rodríguez Zapatero a confesar
y explicar el supuesto delito de colaboración con el terrorismo en sesión
parlamentaria. Acebes no fue y es otra cosa que un fiel retrato de la
maquinaria política y judicial del Estado español.
(Una vez más: ¿quién vigila al vigilante? ¿Quién
nos salvará de los salvadores? ¿Quién salvará a la democracia española de los
demócratas hispanovisigóticos de toda la vida?).
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