Cuando una subespecie
humana huele poder, puestos de trabajo, salir algo del gris anonimato o dinero,
el río revuelto se puebla de siluros y pone en riesgo de muerte a los
pescadores incautos, principalmente si todo ello ocurre en la margen izquierda
del río. Al son de un vergonzoso
guirigay, donde los unos descalifican a los otros en nombre del único y propio
partido político verdadero, la atomización y el debilitamiento de la izquierda
están servidos.
Cuando voy a Madrid, rara
es la vez que no subo en primer lugar hasta el nº 55 de la calle Atocha, donde
fueron cobardemente asesinadas cinco personas y quedaron malheridas cuatro más
por pistoleros de la extrema derecha. Trabajaban en un despacho laboralista de Comisiones
Obreras, y puedo dar fe no solo de su dedicación y profesionalidad, sino
también de su alto grado de humanidad. Necesito ir y quedarme unos minutos ante
ese portal de la calle Atocha como un homenaje de gratitud a todos ellos y
también para reciclar ideas, recargar fuerzas y afianzar convicciones, pues
sabían bien quiénes eran y qué querían, y no tenían ningún reparo, a poco más
de un año de la muerte de Franco y aún en plena efervescencia del fascismo de
la época, en mostrar y luchar por sus ideas y convicciones, hasta incluso
pagarlo con la muerte y el horror de aquel atardecer. Lo último que merecen es
el olvido: no el simple olvido de unos nombres o unos hechos, sino sobre todo
el olvido que da la espalda a lo que ellos fueron y quisieron, por lo que
lucharon y dieron su vida. Hoy, en cambio, miro a mi alrededor y vuelvo a ver
una amalgama de fundamentalistas, buscavidas y aprendices de brujo que se
autoproclaman “de izquierdas” y que son un calco exacto de un conocido poema de
Miguel De Unamuno:
Ay, triste
España de Caín, la roja
de sangre
hermana y por la bilis gualda,
muerdes
porque no comes, y en la espalda
llevas carga
de siglos de congoja!
Medra
machorra envidia en mente floja
–te enseñó a
no pensar Padre Ripalda–
rezagada y
vacía está tu falda
e insulto el
bien ajeno se te antoja
Democracia
frailuna con regüeldo
de refectorio
y ojo al chafarote,
¡viva la
Virgen!, no hace falta bieldo.
Gobierno de
alpargata y de capote,
timba,
charada, a fin de mes el sueldo,
y apedrear al
loco Don Quijote.
Contemplo con dolor e
indignación la fragmentación y las luchas internas de esa triste España de Caín
y comprendo cuántas veces los partidos, principalmente de ¿la izquierda?, han
tenido su merecido, y cuántas veces el pueblo español ha sufrido
inmerecidamente la fratricida irresponsabilidad de esos partidos cainitas.
Antonio Machado lo dejó también escrito en su Por tierras de España:
Hoy ve a sus pobres hijos
huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los
limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia
los anchos mares;
y en páramos malditos
trabaja, sufre y yerra.
Es hijo de una estirpe de
rudos caminantes,
pastores que conducen sus
hordas de merinos
a Extremadura fértil,
rebaños trashumantes
que mancha el polvo y dora
el sol de los caminos.
Pequeño, ágil, sufrido, los
ojos de hombre astuto,
hundidos, recelosos,
movibles; y trazadas
cual arco de ballesta, en
el semblante enjuto
de pómulos salientes, las
cejas muy pobladas.
Abunda el hombre malo del
campo y de la aldea,
capaz de insanos vicios y
crímenes bestiales,
que bajo el pardo sayo
esconde un alma fea,
esclava de los siete
pecados capitales.
Los ojos siempre turbios de
envidia o de tristeza,
guarda su presa y llora la
que el vecino alcanza;
ni para su infortunio ni
goza su riqueza;
le hieren y acongojan
fortuna y malandanza.
El numen de estos campos es
sanguinario y fiero:
al declinar la tarde, sobre
el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma
de un arquero,
la forma de un inmenso
centauro flechador.
Veréis llanuras bélicas y
páramos de asceta
—no fue por estos campos el
bíblico jardín—:
son tierras para el águila,
un trozo de planeta
por
donde cruza errante la sombra de Caín.
Dice Ortega que el ser humano no está simplemente dotado de razón
para pensar, sino que precisa de ella para vivir, pues vivir es tratar con el
mundo y dar cuenta del mundo, no solo de un modo teórico y abstracto, sino también
concreto y vital. De ahí que Ortega siga afirmando que conocer busca
necesariamente “saber a qué atenerse y a qué exponerse”, pues de lo contrario
nos hallaríamos desorientados, perdidos en el mundo. Hoy más que nunca
necesitamos unos políticos que señalen con valentía y sin ambigüedades a qué
debería atenerse el país. El mayor problema no solo es el déficit económico que
implica recortes sociales, sino también un grave déficit de ideas y propuestas,
de valores y compromisos.
Desconozco adónde pretenden dirigirse muchos de los dirigentes,
pero quisiera al menos que nunca olvidaran que lo son porque dudaron de sus
dirigentes. ¡Qué menos, pues, como apunta brillantemente Brecht, que
permitieren dudar a los dirigidos!
Entretanto,
sobre el tablón medio carcomido del último naufragio, veo un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín.
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