Ayer volví de
Madrid. En el Hospital Universitario de Torrejón de Ardoz nació el 6 de junio
Marcos, hijo segundo de Javier y de Pilar, hermano de Daniel, y ya mi segundo
nieto. Todos están bien, la mar de contentos, Javier exultante de vida y de
alegría, Marcos pegado a su madre en una maravillosa simbiosis del hijo y la
madre aun acontecido ya el nacimiento.
Siempre que veo
a un recién nacido me parece que es la primera vez que percibo el desvalimiento
de un recién nacido y la pletórica fortaleza de sus padres. Somos pequeñas y
fugaces centellas entre millones de galaxias, pero eso aumenta aún más la
grandeza de la vida, que, en su plena pujanza, rompe el pecho del cielo y de la
tierra, bajo una lluvia de incógnitas. Cada abrazo que di, especialmente a mi
hijo Javier, en aquel hospital fue un abrazo que borra las líneas delimitadoras
de la identidad de cada ser y de cada persona. Sentí fusionarme con el universo
en expansión a través de los cariñosos abrazos de Javier y de Bego, también presente
allí por escasas horas, pues por la tarde volaba a Colombia. El cielo y mi pecho
se rasgaron y dejaron en carme viva a miles de estrellas titilantes en una
noche oscura.
Cuando nació
Daniel, colgué en este blog desde la habitación de un hotel de Toulouse, la misma
canción, el mismo mensaje que ahora repito y repito mientras pienso en Marcos.
Enhorabuena a toda la familia...
ResponderEliminarMe encanta leerte siempre, pero cuando lo haces como hoy, tu prosa es abasolutamente poética.
Un abrazo grande, Antonio
Querido Tino. Somos amigos y compañeros de camino. Mi alegría es la tuya. Ambos estamos, pues, de enhorabuena. Un gran abrazo
Eliminarque alegría tan grande volver a sentir ese privilegio de nacer un nuevo ser en tu descendencia . Enhorabuena a ti y asus papis y hermano .Besos a todos
ResponderEliminar¡Gracias, hermanos míos! Un fuerte abrazo
EliminarTu alegría es mi alegría Antonio. Besos y abrazos.
ResponderEliminarPor supuesto, muchos besos y abrazos y mil gracias
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