Si duermo, ¿quién
me dará la luna?
Desde ayer por
la tarde no he podido (ni querido) quitar esa pregunta de mi cabeza. Se trata
de una frase de la obra de teatro de Albert Camus, Calígula. La he puesto al
principio del post para que la escuches con detenimiento, tus ojos cerrados y
tu mente abierta de par en par. Son solo 2 minutos y 58 segundos.
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Supondré ahora
que lo has escuchado con atención. Esa frase se me quedó clavada en plena sala
de teatro, en Valencia, mientras la estaba representando el maravilloso José
María Rodero. Y en cuanto pude, encargué y devoré un librito que contenía
varias obras de teatro más de Camus. Tendría unos 18 ó 19 años de edad.
Desde entonces,
esa frase siempre me ha acompañado (o yo a ella…). Ha ido creciendo y evolucionando
en mí, aun retorciendo un poco el sentido originario que Camus daba a “la
luna”. Con el tiempo esa luna, convertida primero en crisálida, ha estado volando y
volando después por donde ha querido… hasta hoy. Hoy responde al nombre de Utopía (lo
óptimo, lo cabal, lo máximo, lo perfecto) y mi luna me abraza y yo no podría
vivir un instante sin ella, pues nada ya tendría verdadero sentido.
Hace años, ideé
una felicitación navideña solo con esa frase: “Si duermo, ¿quién me dará la luna?”. La envié a los amigos y
amigas que había conocido en los últimos años, en castellano, alemán, italiano,
francés… Lógicamente, al recibirla no entendieron nada, pues solo había puesto
como referencia “Camus, Calígula”. Me reí mucho para mis adentros porque en el
fondo buscaba hacer un medio guiño y una media broma, y además era lo más
alejado de “lo navideño” que pude encontrar.
Hoy sigue
volando, anhelando la brisa de la revolución interior y de la revolución
exterior.
Ya ves, no
puedo dormir, porque si duermo, ¿quién me dará la luna? Una tarde, una noche,
vete a saber cuándo, la luna llegará hasta mí, penetrará en mí, y allí se
quedará dormida. Y yo, con ella. Esa luna en cuarto creciente o menguante (¿qué
mas da?) será una maravillosa sonrisa. Como la mía. Como la vuestra.
Canción a la
luna, de Antonin Dvorak
Es el viaje querido Antonio, el viaje.
ResponderEliminarSí...
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