domingo, 5 de junio de 2016

Diario de un profeflauta motorizado, 722. En busca de nombres




Había una vez un niño viejo que siempre portaba consigo un tambor de hojalata. Le llamaban Antonio, pero a él no acababa de gustarle ese nombre y llevaba años y años buscando un nombre que contuviese todos los nombres del universo. Ya viejo, sostenido por un bastón tan cansado y gastado como él, llegó a un valle, que Antonio supo, nada más llegar, que era el valle donde finalmente se quedaría a vivir. Allí también tenía su morada la luna.

- ¿Cómo te llamas? - preguntó Antonio a la luna. E inmediatamente quedó muy extrañado de haber formulado precisamente esa pregunta.

- Me llamo Yo –le respondió la luna.

- Es un nombre muy raro... -dijo Antonio, pensativo.



- No es un nombre raro -rebatió la luna-, ya te acostumbrarás. De todas formas, mi nombre te permitirá conocer el tuyo... ¿Cómo te llamas?

- Yo no lo sé...

- ¿Lo ves? -dijo la luna-. Tenemos el mismo nombre.

- ¿También me llamo Yo?

- Sí -respondió ella.



- Entonces será un lío –comentó, caviloso, Antonio-. Cuando la gente diga “Yo”, no sabremos a quién estará llamando de los dos y  quién deberá responder o acudir...

- En este valle la gente no llama...

- ¿No?

- No –aclaró con firmeza la luna.

- ¿Y  qué hace entonces? -volvió a preguntar Antonio.

- No nos planteamos esas cosas. Nos basta con vivir y dejar vivir. Así logramos estar bien y que los demás también lo estén.

- ¿Podría quedarme a vivir aquí, con vosotros?

- Claro, si así lo deseas, puedes quedarte con nosotros -respondió la luna.

- Yo no sé hacer nada... -se sintió obligado a advertir Antonio-. ¿Tú a qué te dedicas?

- ¿Quién? ¿Yo?

- Sí, tú -insistió Antonio.

- Ya te lo he dicho, yo me dedico sobre todo a vivir y a dejar vivir, a estar bien y a no impedir que los demás también se sientan bien. ¿Qué te parece?

- Me gusta... -respondió Antonio-. Tú me regalas palabras y respuestas bonitas...

- Ya vas comprendiendo. Me has llamado “tú”, ya estás en condiciones de decir realmente “yo”.

- Estoy muy bien contigo - dijo Antonio, sin acabar de entender el mensaje de la luna - ¿Cómo te llamas?

- Yo me llamo como tú quieras llamarme -contestó la luna.

- Yo también quiero tener el nombre que tú quieras regalarme cada vez...

- ¿Tú me quieres? -le preguntó entonces él con una sonrisa.

- Yo te quiero, claro que sí -respondió la luna, radiante-. Tú eres mi amigo.




 Y muy pronto en aquel valle nació pronto una flor, a la que Antonio puso el nombre de Nosotros.

A lo lejos, más allá del último horizonte conocido, una voz cantaba una hermosa canción

Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!
Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: .
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo».

(Pedro Salinas, La voz a ti debida)



2 comentarios:

  1. Qué susto saber que contamos con filósofos como usted. Espero que mis hijos no estudien Filisofía y sufran con sus tediosas disertaciones. En vez de eso debería ser mejor persona y no mancillar el nombre de sacerdotes que entregan su vida por amor y cuyos mensajes no son las mentiras y falsedades que ustedes, pode mitos, cuentan.

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  2. Tómese una tila, doña Conchi, que, al parecer, no gana para sustos

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