“Vas a
despertar a los vecinos”, le digo, algo alarmado. Él sonríe, se encoge,
divertido, de hombros, pero cesa de cantar. “¿Y cómo tú por aquí?”, le
pregunto, y me pregunto también dónde ha dejado su pelo ensortijado, su aire de
Jesucristo Superstar, sus discos de los 70 que tanto me gustaban. Desde hace
tiempo se llama Yusuf Islam, concretamente en 1978, tuvo una experiencia
cercana a la muerte y se convirtió al Islam. “¿Me la cuentas?, Cat?”, y él
contesta, rápido como una cobra: “No”.
Pienso que se
quedó enredado en un laberinto que el tomó por el pórtico de la felicidad: que
si Jesucristo, que si Moisés, que si Mahoma, que si Salman Rushdie… La cosa es
que ayuda a la gente y a los pueblos que sufren guerras y hambrunas. Eso es lo
importante, eso es lo importante, aunque Zaratustra susurre una vez más en mis
oídos, creyéndome solo: “¡Será posible! ¡Este viejo cantautor en su bosque de
humo no ha oído todavía nada de que Dios ha muerto!”.
Hay mucha gente
que aún está convencida de que verdad, bondad y similares se escriben así, en
mayúscula, Verdad, Bondad… Inyectan certezas inanes que rompen las arterias de
puro viejas, del puro endurecimiento que les nace de sus dogmas de mierda. Se
autoconstituyen como salvadores de cuantos no piensen o actúen como ellos (¿cómo,
cuándo nos salvaremos de esos salvadores?).
“Stevens de
Steve, vale, pero ¿de dónde sacaste Cat, Cat Stevens?”, y él me contesta,
acompañándose con un arpegio de su guitarra: “A una novia que tuve le gustaba
decirme que tenía ojos de gato…”. Percibo que ese maullido de Cat es señal de
que comienza a cansarse. “Cántame otra, Cat, pero bajito”, le digo. Yusuf, ni
corto ni perezoso, despierta a todo el vecindario, 04.38 a.m.
Llaman a la
puerta: 06.12 a.m. Es un email de Tino. Me manda el enlace de una peli https://www.youtube.com/watch?v=r4Q4liYQxHw
Las invasiones bárbaras que vi en
cuanto se estrenó y me impactó mucho. Recuerdo que aquella tarde salí del cine flotando en una nube (el detalle
de si era de algodón o de azufre ya se escapa de mi memoria). ¡Gracias, amigo
Tino!
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