¡Gracias, amiga mía!
Has llegado a mí
cuando los perros aullan la melodía sorda de la rabia.
En medio de un desierto sembrado de palabras mentirosas,
de corazones ajados por desuso,
de sueños desviscerados por el presuntuoso sonsonete del reloj
que trata de acotar nuestro horizonte
traduciéndolo a minutos.
Encuentro tus ojos,
esa mirada limpia de niño sabio y revoltoso,
y un manantial de alegría me arranca las legañas de las dudas.
Arrastra las incertidumbres
hacia el profundo pozo del olvido.
Me devuelve la luz y la esperanza
por un segundo
dulce,
interminable.
cuando los perros aullan la melodía sorda de la rabia.
En medio de un desierto sembrado de palabras mentirosas,
de corazones ajados por desuso,
de sueños desviscerados por el presuntuoso sonsonete del reloj
que trata de acotar nuestro horizonte
traduciéndolo a minutos.
Encuentro tus ojos,
esa mirada limpia de niño sabio y revoltoso,
y un manantial de alegría me arranca las legañas de las dudas.
Arrastra las incertidumbres
hacia el profundo pozo del olvido.
Me devuelve la luz y la esperanza
por un segundo
dulce,
interminable.
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