Artículo publicado en Andalán
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Desde entonces la economía de Costa de Marfil ha ido decayendo enormemente, pues Francia no podía hacer realidad sin ambages su patrocinio económico y político a través del sistema “Françafrique” (diseñado para consolidar la influencia de Francia en África). Por otro lado, la economía de Costa de Marfil, sostenida sobre una mal pagada clase trabajadora de Burkina Faso y Malí, así como sobre una mastodóntica corrupción interna, ha estado permanentemente sujeta a los dictados de los “mercados internacionales”, sufriendo una competencia desigual y el descenso de los precios en el mercado global de sus cultivos agrícolas principales: café y cacao.
Tras las elecciones de 2010, el Tribunal Constitucional proclamó ganador a Laurent Gbagbo, pero el Consejo Nacional Electoral proclamó Presidente a Alassane Ouattara. Curiosamente, la ONU y buenas parte de la “comunidad internacional” reconocieron de inmediato el triunfo de Ouattara. Desde ese momento, las fuerzas de ambos reiniciaron otra guerra civil, en la que la “comunidad internacional” impuso a Gbagbo sanciones económicas y ha estado interviniendo directamente (sobre todo tropas francesas) en las fases finales del enfrentamiento.
Los medios de comunicación han pasando rozando por todos estos hechos, limitándose últimamente a pintar de horror la situación en Costa de Marfil y de “sanguinario dictador” a Laurent Gbagbo. Repasando la biografía de Gbagbo, desde sus comienzos fue un luchador por la democracia y el multipartidismo, lo que le valió la cárcel (dos años) y el exilio (1980-1988), y se distinguió por sus posiciones nacionalistas (el “ivoirisme”), lo que no obtuvo precisamente el apoyo de Francia, al contrariar sus intereses políticos y económicos.
El 11 de abril de 2011, Laurent Gbagbo, ha sido detenido junto a su esposa por tropas francesas y por las fuerzas de Alassane Ouattara, según fuentes del ministerio de Defensa galo. Es decir, una vez más, Francia, tutelando y controlando a su antojo sus antiguas colonias, con el permiso del imperio norteamericano. ¿Es paranoia sospechar de la estrecha colaboración de Francia y Estados Unidos en Libia, a la vez que apenas se habla y aparece en los medios la intervención militar de Francia en Costa de Marfil? ¿Ampara tal intervención la Resolución 1529 de Naciones Unidas? ¿Es casual la simultaneidad de ambos conflictos? ¿Por qué solo Libia y Costa de Marfil, y no, por ejemplo, República Democrática del Congo, Chad, Sahara Occidental, Guinea-Conakry, Sierra Leona o Liberia?
Naciones Unidas es un gran y elegante teatro de títeres, a las órdenes de los cinco miembros permanentes de su Consejo de Seguridad. La ONU es un sarcasmo institucional. La comunidad internacional es un eufemismo de los intereses de las grandes potencias.
En el Preámbulo de la Resolución 1528 se lee que “habiendo determinado que la situación en Côte d’Ivoire sigue constituyendo una amenaza a la paz y la seguridad internacionales de la región”, y sobre la base del establecimiento de la Operación de las Naciones Unidas en Côte d’Ivoire (ONUCI), la ONU decide “renovar la autorización otorgada a las fuerzas francesas a utilizar todos los medios necesarios para apoyar a la ONUCI, y, en particular, a “contribuir a la seguridad general de la zona de acción de las fuerzas internacionales”, “intervenir (…) en apoyo de los elementos de ésta cuya seguridad se vea amenazada”, “intervenir en caso de acciones beligerantes, si las condiciones de seguridad lo exigieran” y “ayudar a proteger a los civiles en las zonas de despliegue de sus unidades”.
Eso sí, en esa misma Resolución la ONU pide a Francia que siga “informando periódicamente sobre todos los aspectos de su mandato en Côte d’Ivoire” y asegura “seguir ocupándose activamente de la cuestión”.
¡Porca miseria!
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