Publicado el 23 de julio en Diario del Aire
Me manda un buen amigo de Huesca la noticia de que en el Ecoparque “El
Juncaral”, sito en la localidad pirenaica de Villanúa, a los pies de la
Collarada, en pleno valle del Aragón, se ha puesto en marcha un campo de “Laser
combat” (Battlefield Pirineos). Ciertamente, se me ocurren muchísimas cosas
saludables y divertidas que hacer en el Pirineo aragonés que no sea combatir,
atacar y abatir a contrincantes, pero al parecer hay quienes tienen el cerebro
ya tan uni-evolucionado que sus feromonas necesitan apretar el gatillo antes de
colmar de placer al organismo. Algo similar les ocurrió a algunos hace años en
Columbine y más recientemente en un cine de Denver.
No hace mucho, en un viaje a Madrid pude observar cómo dos niños (9 y 6 años,
aproximadamente) que se sentaban cerca mataban el tiempo matando sin descanso a
no sé qué personajes del Dinasty Warriors (eso al menos estaba escrito en la
carátula), mientras su mamá dormitaba y enviaba sms. Es algo que se le escapó a
Yavé cuando entregó a Moisés las tablas de la ley en el Sinaí: “Sí, vale, en el
quinto digo No Matarás, pero si se
trata de una guerra preventiva o de un juego virtual o de balas de pintura o
láser, haré la vista gorda”.
Para tranquilidad de todos, la noticia aclara que Battlefield es “menos
agresivo” que el “Paintball” al emplear láser, en lugar de pintura, “lo que
posibilitará la participación de jóvenes de cortas edades”. O sea, que ya veo a
la mamá gritando a la trinchera contraria que no disparen, que su hijo está
tomando un yogur 0% con trocitos de fruta o con mermelada. Lo que no está claro
es si el niño llevará puesto o no el casco para comer. De hecho, dice uno de
los encargados del campo: “Pensamos que va más con nuestra filosofía de hacer
actividades en la naturaleza y al no haber impacto, pueden jugar los niños”.
Por si algún tiquismiquis pone reparos a tan cívico juego, en próximos
días va a inaugurarse también el “Tiro con arco en 3D”: mientras pasea por el
bosque, el arquero de turno dispara no contra dianas convencionales, sino
contra figuras de animales situados a lo largo del camino. Simultáneamente, el
turista desarrolla así el amor por
la fauna y la flora de la Jacetania y del mundo en general.
Total, que la nueva actividad ha costado 36.000 euros a la Diputación
Provincial de Huesca, más 20.000 euros al Ayuntamiento de Villanúa para adecuar
la zona y adquirir doce armas australianas (“las más avanzadas y las usan varios ejércitos del mundo en
sus prácticas”). Y para colmo de la felicidad, con esas actividades se han
creado la astronómica cantidad de tres puestos de trabajo. Visto lo visto,
España va teniendo futuro, sí, y otro mundo es posible.
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