Publicado hoy en El Periódico de Aragón
Publicado en ATTAC Mallorca el 13 de julio
Publicado en ATTAC España el 15 de julio
Publicado en ATTAC Murcia el 15 de julio
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Publicado en ATTAC España el 15 de julio
Publicado en ATTAC Murcia el 15 de julio
Lo dejé
escrito en esta página hace unas semanas: el actual ministro de Educación,
Cultura y Deporte, Ignacio Wert, ha
batido el récord mundial de no hablar de educación tras llevar más de seis
meses en el cargo. Ha aumentado el máximo de alumnos por aula y las horas
lectivas del profesorado, ha subido las tasas universitarias, ha reducido las
becas y las ayudas para estudiantes, ha prescindido de miles de docentes
profesores interinos, se ha cargado la asignatura Educación para la Ciudadanía,
ha recortado más de 3.700 millones de euros en educación y, en el colmo del
desvarío, ha creído y sostenido que esas, según él, "medidas excepcionales
para una situación excepcional" tienen algo que ver con su labor como
ministro de educación en nuestro país, lo que demuestra que ni siquiera tiene
una idea precisamente clara de en qué pueda consistir la educación. Incluso no
sería de descartar que estimara que el recorte del 22% para educación en los
Presupuestos Generales del Estado para 2012 tiene algo que ver con algo
positivo para los alumnos, sus familias y la sociedad en general.
Wert ha
trabajado como profesor en algunas universidades, pero sospecho que descendía a
sus aulas desde la mismísima Babia. Viendo la devastación del ámbito educativo
perpetrado por el Gobierno del Partido Popular, un ministro de Educación
tendría que haberse batido el cobre hasta la extenuación defendiendo a la
ciudadanía dentro del ámbito educativo, así como los valores y los derechos
consustanciales a su cometido ministerial, pero Wert siempre ha dado la
impresión de que no tenía conciencia de que su actividad única y diaria como
obediente contable recortador tuviese graves y negativas consecuencias para la
escuela pública, la calidad de la enseñanza, la atención a la diversidad, los
desdobles, la formación permanente del profesorado, la igualdad de
oportunidades, y un largo etcétera más.
Pues bien,
el ministro Wert ha vuelto a batir la semana pasada su propio récord de
despropósitos: bajo el marco incomparable del campus de FAES (la sombra de Aznar sigue siendo muy, pero que muy
alargada) la selectividad, según
Wert, “no funciona” porque la aprueba el 94% de los alumnos. Sobre esa base,
aboga por nuevos sistemas de evaluación del “rendimiento de los alumnos”, sin
explicar qué entiende por “rendimiento” o “funcionamiento” y qué es lo que ha
estado haciendo entonces el profesorado durante seis años de Primaria, cuatro
de ESO y 2 de Bachillerato (movido quizá por la nostalgia de tiempos pasados,
quiere implantar sendas reválidas en cada una de las etapas educativas).
Antes, repitiendo sin
cesar el mantra del “fracaso escolar”, Wert, el Gobierno de Rajoy, los adeptos y asesores del
Partido Popular (sacados de lo más granado de la reacción educativa española) han
estado coreando sin cesar la cantilena de lo mal que va la educación española,
haciendo hincapié sobre todo en el fracaso escolar, los suspensos, los malos
resultados y las deficiencias de aprendizaje respecto de otros países
aparecidas en el Informe Pisa. Pues bien, ahora lo que no le parece bien al
Ministro es que aprueben tantos, entronizando indirectamente como principio
básico pedagógico que un sistema educativo sin un número suficiente de
suspensos (Wert no llega a especificar cuántos) no puede funcionar bien.
Wert parece defender
asimismo en su propia persona la viabilidad del principio de contradicción, al
afirmar que eso de que la actual
generación de jóvenes es la mejor preparada en la historia de nuestro país es a
la vez “una bobada y verdad”. Wert quiere además pruebas, pero no pruebas
trucadas o de chicha y nabo, sino “externas” (¿al centro donde el alumno o
alumna han estado siendo enseñados y evaluados día tras día, año tras año?) y
“nacionales” (¿está pensando Wert en otra cosa que no sea contrarrestar el
virus autonómico o, más aún, nacionalista?).
Wert apuesta por “la
cultura de la evaluación” y quiere ver los resultados (¡y el número suficiente
de suspensos!) de esas pruebas de evaluación del “rendimiento y las
capacidades” del alumnado mediante unos exámenes o tests “externos y
nacionales”, y no mediante la experiencia y la evaluación continuada de ese
alumnado a lo largo del curso. Sostiene también que el sistema educativo
español "se ha deslizado hacia la mediocridad", considera
“letal” la educación comprensiva y afirma que el bálsamo de Fierabrás consiste
en “medir”, ya que, según el ministro, “las consecuencias de no medir es que no
existen aspiraciones de rendimiento”.
No hay programa político ni dirigente en general que no haya
afirmado solemnemente que la educación es una de las claves más importantes
para el presente y el futuro de un país. En esta línea y constatando el hacer y
deshacer diarios del ministro Wert, estamos en condiciones de comprender mucho
mejor por qué nuestro país está ahora como está.
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