Llego
a Puerta Cinegia, luce el sol, a pocos metros terrazas con mucha gente acabando
de desayunar. Despliego el cartel (es el momento eléctrico de la jornada: no
pocas miradas se clavan entonces en el cartel y en el profeflauta) y Cioran con
su pelo revuelto y peinado en cresta se cuela dentro de mí y me dice: “Toda la
naturaleza es un embeleso decorativo de nuestra música interior”. Me quedo muy
pensativo. La música interior, sí, en nuestro interior hay música o debe
haberla. Es una música que no se percibe con el oído, sino mediante la
inmersión en uno mismo, hasta hacer desaparecer el mundo que te rodea. Allí,
escuchando su bello equilibrio, la naturaleza regala su “embeleso decorativo”.
Árboles, hojas, nubes, personas, farolas, automóviles, tranvías, risas y
llantos no provienen de fuera, si es que los queremos contemplar como realmente
son, sino que bullen y brotan de dentro. Cioran se queda conmigo toda la
mañana, compartiendo nuestra música interior, haciéndola una y la misma.
Mañana
plácida, con buena compañía.
Chopin
nos inyecta directamente en el alma quietud, tranquilidad y música interior.
Hasta
mañana
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