domingo, 13 de septiembre de 2015

Duelo a garrotazos a comienzos del año escolar




 PUBLICADO HOY EN EL HUFFINGTON POST
Comienza el curso escolar y a miles de familias les surge un nuevo grano purulento en salva sea la parte. “El gasto en libros es la muerte, mi hijo en 1º de Primaria lleva este año 7 libros… Le  he tenido que comprar una mochila más grande que él”, me escribe una buena amiga. En efecto, me topo en unos grandes almacenes con toda una sección especializada en uniformes de colegios privados y libros de texto, previo encargo. Las colas de gente son enormes. Asimismo, de una librería céntrica en una avenida principal sale una fila de decenas de metros de padres y madres que esperan en la calle poder entrar para adquirir los libros de texto y el material escolar para sus hijas e hijos. En fin, el negocio del siglo para unos y la ruina para otros.

Viene a mi mente entonces el artículo 27.4 de la Constitución Española: “La enseñanza básica es obligatoria y gratuita”, a la vez que leo que un tercio de las familias españolas se ven incapaces de afrontar los gastos que supone la vuelta al colegio de sus hijos. ¿Gratuita?

¿Por qué no formar democráticamente una comisión de expertos en educación y pedagogía, así como en las diversas materias y contenidos de cada etapa y curso educativo, para que confeccionen unos libros y cuadernos de ejercicios virtuales, colgados en Internet, gratuitos, a plena disposición de los docentes, las familias y el alumnado? En tal caso, las editoriales de libros de texto, en su mayor parte propiedad de congregaciones religiosas católicas (SM, Edebé, Edelvives, Bruño…), además de Santillana, propiedad del grupo PRISA,  pondrían entonces el grito en el cielo, apelando a la consabida libertad de mercado empresarial y denunciando el populismo comunistoide del Gobierno que hubiera decidido tal medida, aliviadora del bolsillo y las preocupaciones de muchas familias españolas.

España parece a veces un país cainita, dividido en dos, tres o mil partes irreconciliables, incapaz de tener una ley de educación independiente, como ocurre en buena parte de los países de la UE, de los gobiernos de turno y de los grupos de presión económicos e ideológicos. Francisco de Goya nos dejó un doloroso cuadro, Duelo a garrotazos, donde dos hombres, enterrados hasta las rodillas, con garrotes en su mano derecha, pelean a bastonazos en un páramo desolador, al alba. Casi siempre, la educación española se ha visto sometida lamentablemente a un perpetuo duelo de garrotazos. Fernando VII abole la Constitución de Cádiz y deja la educación en manos de la Iglesia Católica... Carlos III expulsa a los jesuitas y les arrebata sus centros de enseñanza... Y así, salvo en el caso de que una dictadura imponga a beneficio propio una determinada ley de enseñanza, hasta nuestros días. Duelo a garrotazos, sí. LOGSE y anti LOGSE, LOE versus LOMCE. ¿Para cuándo una ley de educación de todos y para todos, aceptada, asumida y confeccionada por todos, con la contribución y consenso también de los partidos políticos? ¿Para cuando el saber fundamentado, la razón y la ciencia en lugar del garrote?

En un centro de enseñanza caben todos los saberes y los conocimientos científicos, pero no las creencias, que tienen sus propios ámbitos donde ser libremente impartidas y aprendidas por quien opte por ellas. ¿Puede haber una ley de educación tocante a todos esos conocimientos y procesos de aprendizaje, dejando aparte (lo que no significa negando) los contenidos de carácter puramente ideológicos?

España no tiene por qué estar sumida en la cultura del garrotazo. No debe convertir en polémica (palabra proveniente del griego polemós: guerra, contienda) asuntos tan etéreos como silbar o no silbar a un jugador de fútbol catalán, Piqué, por haber justificado los silbidos a un himno, haber participado en una manifestación o reivindicado una consulta popular. De hecho, no es raro que una tertulia televisiva o los comentarios a muchos artículos estén hechos a garrotazo limpio.


Comienza el curso escolar sin una verdadera ley de educación, sin haber reflexionado siquiera en qué consiste una auténtica y genuina educación que propicie la existencia de personas ciudadanas libres, críticas, autónomas, responsables, solidarias e inmensamente inquietas por el mundo y la vida. La semana pasada un profeflauta motorizado presenció como pasaba por delante de él un hombre diciendo: “A ver cuándo te matan de una vez”. Aquel profeflauta sintió seguramente un fuerte garrotazo en sus costillas.

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