En cuanto se enciende la primera
lucecilla de conciencia en nuestras mentes, ya estamos metidos en una
“macro-cinta-transportadora” que nos lleva por las autovías de nuestra cultura,
nuestra sociedad y nuestros códigos, y que se suele llamar “sistema” (adornado
con algunos calificativos políticamente correctos: “democrático”, “de
libertades”, “de mercado”, “de bienestar”, etc.). Nos inculcan también que
fuera del sistema no hay salvación ni otro mundo posible y “desarrollado”,
salvo el submundo, el OtroMundo, como dice Martín Caparrós). En efecto, el
discurso políticamente correcto declara que fuera del sistema solo hay caos y
por eso repite que quien se opone al sistema es simplemente un “antisistema”.
Entretanto, los tábanos de ayer
mutan en otros datos y hechos lacerantes. Ese mismo sistema, nuestros “gran
sistema democrático” conduce, de hecho, a que 800-900 millones de personas pasen
hambre cada día, cada 5 segundos un niño menor de 10 años muera de hambre, la
agricultura mundial podría alimentar en la actualidad a 12.000 millones de
personas (el doble de la población mundial actual), cada día se mueren 25.000
personas por causas relacionados con el hambre, cada medio minuto mueren de
hambre entre 8 y 10 personas… Es cosa del sistema. Víctimas del fuego amigo de
los señores del sistema. Y en Babia, nuestra nesciencia culposa.
Escucho la silenciosa marcha
circular (círculo vicioso) de la macro-cinta- transportadora, la triunfante
fanfarria de los medios adictos al sistema, el llanto del niño que se consume
poco antes de morir, el silencio de los hambrientos ya muertos, sobre todo el
de todos esos muertos (cientos) que han muerto mientras he estado escribiendo
este nuevo post del Diario de un profeflauta, sin perro y sin flauta. Pican,
muerden, horadan la herida los tábanos. Seres humanos muertos en y desde el
absurdo, privados de todo, incluso del derecho a disponer de la propia vida. Pican,
muerden, horadan la herida, sí, los tábanos.
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