El viento… Es
el viento, el viento que sopla suave o fuerte, como un beso o un patadón en el
cerebro cálido del afecto. Es ese mismo viento que pide paciencia a los
impacientes, pues ya llegaré –dice- para llevar a cada una y a cada uno a su
sitio.
El viento me
llevó estos días a disfrutar de una cena estupenda con mis hermanas. Y a
recibir el tesoro más alto con la estancia de Begoña el sábado y el domingo
pasados (aún tengo agujetas en el corazón y siento cosquillas en el alma). Y a
pringarnos con Jose de merengue industrial por la noche, imaginando la alegría
de Aznar y Rajoy, padeciendo el narcisismo primario de un tal CR7. El viernes
también tuve un encuentro entrañable con un amigo de hace muchos años, al que quiero,
admiro y tanto debo. Hoy, podré dar un gran abrazo a Sergio y tener el
privilegio de degustar las filigranas culinarias de Antonio. Ayer tomé un
primer café con Paula, llena de vida y de emociones. Alguna vez, en mi
juventud, he ascendido a montañas altas tras subir y bajar por valles y valles
de todos los verdes posibles. Así me siento ahora. Bien, bien, a pesar de las
agujetas, de apenas poder recuperar el resuello por tanto esfuerzo y tanta
caminata y tanto subir y bajar.
Procuro no
enterarme de la precampaña electoral. Me produce arcadas, asco y cabreo. Ni que
decir tienen que votaré a Unidos Podemos. (Y sin tan claro tienen ahora que
pueden si están unidos, ¡¿POR QUÉ NO LO HAN HECHO AAANTEEEEEES?! A propósito de
votaciones, no solicitaré esta vez el voto por correo, pues mi hermano Jose ha
solicitado representar a nuestra opción electoral en mi colegio electoral y así
poder ayudarme a llegar hasta la urna (existe una rampa que es un sarcasmo de
rampa,que hace imposible subir hasta allí por mí mismo, solo, en mi silla de ruedas).
Wilco me
insiste y me insiste en cantar aquí y ahora. ¡Gracias, amigos míos! Claro que
sí, siempre una sonrisa…
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