Esta carta ha sido enviada hoy mediante correo electrónico al Departamento de Prensa del Defensor del menor de la CAM
Zaragoza, 20 de agosto de 2011
A la atención del señor Arturo Canalda
Defensor del Menor
en la Comunidad de Madrid
C/ Beatriz de Bobadilla, 14 2ª planta
28040 Madrid
Estimado señor Canalda: Acabo de enterarme por la prensa
de que usted, en calidad de Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, ha
abierto una investigación de oficio a fin de dilucidar si hubo agresiones o
amenazas a “peregrinos” de la JMJ 2011 durante la manifestación laica del
pasado día 17 de agosto en la que tuve el gusto y el honor de participar como
manifestante.
He de confesarle que me he quedado algo estupefacto ante
la noticia, pues hasta la fecha conocíamos solo la agresión y la amenaza
manifiestas de un voluntario de la JMJ, que tenía en la cabeza regalar a los
manifestantes gases asfixiantes, incluido gas sarín, pero por calles y plazas
de la ciudad vi que entre los jóvenes que portaban las mochilas, gorras y
camisetas costeadas mediante los impuestos de todos nosotros y los demás
viandantes no se cruzaron un solo comentario hostil (mucho menos agresiones o
amenazas).
Para serle sincero, he de reconocer que por desgracia fui
testigo directo de una agresión por parte de un “peregrino”, muy rubio, creo
que anglosajón. Verá, yo me desplazo desde hace cuatro años en una silla de ruedas,
y consideré oportuno llevar pegado con papel celo en la parte trasera de la
silla un cartel de tamaño DIN A3 donde podía leerse el nada irrespetuoso,
amenazador o agresivo mensaje: “Estado laico y aconfesional”. Algunos jóvenes
católicos lo leían, cuchicheaban, medio reían nerviosos y nada me dijeron de
carácter ofensivo. Sin embargo, la mañana del 18, en pleno Recoletos, aquel
rubicundo joven anglosajón, tras machacarme durante un buen rato con vivas a
Benedicto y al Papa, me arrancó violentamente el mensaje y se largó
apresuradamente. Sería una estupidez por mi parte pretender concluir que como
un “peregrino” fue violento, todos los “peregrinos” son violentos. En tal caso,
incurriría en una conocida falacia lógica conocida como “conversión del accidente”,
que pretende establecer una ley general sobre la base de unos pocos casos
particulares. Espero y deseo que usted ponga siempre igual cuidado en no
incurrir en esta u otras falacias análogas.
En el transcurso de la manifestación, vi en la plaza Jacinto
Benavente a un grupo de católicos, algunos arrodillados, rezando a la vera de
los manifestantes. Supongo que querían dar testimonio de su fe y orar por la
difícil salvación de aquella gente impía, pero pude observar que, salvo
indiferencia, no obtuvieron vejaciones, gritos, amenazas, insultos o
agresiones. Desconozco si está dentro de las obligaciones de su cargo, pero
podría indagar de paso por qué allí no había policía y, sin haber policía, no
se produjo ningún tipo de altercado.
Tardamos más de dos horas en llegar a Sol y al llegar a
casa y escuchar las noticias pude enterarme de los incidentes ocurridos antes y
después de las diez de la noche (quizá usted sepa que quienes están en medio de
una manifestación son los que menos se enteran de cómo va la cosa). No voy a
entrar en terrenos que otros, espero, indagarán debidamente, pero me sigo
preguntando por qué se permitió que se congregara un nutrido grupo de
“peregrinos”, entonando lemas y rezando, algunos ojos en blanco y blandiendo el
rosario, a sabiendas de que por allí iba a pasar una manifestación laica,
debidamente autorizada por la delegación del Gobierno en Madrid. Incluso un
diario tan poco sospechosos de filolaicismo como es El Mundo reconocía que “ambos grupos
cruzaron soflamas y se insultaron entre sí”, pero la policía “solo cargó contra
los laicos”. En caso de prever altercados, la responsabilidad no es de
los manifestantes laicos, sino de los “peregrinos”. Ellos, en todo caso, fueron
los provocadores y los iniciadores del conflicto. ¿Incluirá también esto en la
“investigación de oficio” incoada por usted?
Me pregunto también por qué la policía solo zurra y
desaloja a unos, mientras a la parte de los católicos no se les toca un pelo.
¿Se les supone bondadosos, pacíficos a priori? En tal caso, abandonaríamos el
campo de las falacias para meternos hasta la cintura en el ámbito de los
prejuicios. Espero y deseo que usted evite siempre los prejuicios en su labor
de investigación. A propósito de prejuicios, debería quedar claro que quienes
días después se fueron enfrentando en Sol a las fuerzas de seguridad no son ni
dejan de ser laicos. El laicismo es otra cosa y yo, siendo laicista, no me
identifico de pleno con esos manifestantes.
Para concluir, siguiendo con los prejuicios, lea usted los
titulares de determinada prensa madrileña sobre la manifestación del día 17 y
podrá constatar qué es fomentar prejuicios y manipular a la ciudadanía.
Salud y saludos cordiales, señor Canalda
Antonio Aramayona
Profesor de filosofía
Miembro de Europa laica y del
Movimiento hacia un Estado Laico
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