Ana Cuevas escribe en ECOS las siguientes reflexiones:
Parece ser que el Papa y sus obispos son los únicos cualificados para, previa conveniente penitencia, perdonar lo que califican como asesinato. Pues bien, con la euforia del JMJ, el cardenal Rouco cambia las reglas.
Si eres peregrino de las jornadas y acudes a la "Feria del Perdón", los confesionarios portatiles que se han instalado en el parque del Retiro, cualquiera de sus sacerdotes borrará esta grave falta. ¡Estamos de ofertón! parece decir Rouco mientras promete indulgencias plenarias a las ovejas descarriadas.
Y es que esto es lo más grande del catolicismo: La arbitrariedad para imponer o quitar condenas dependiendo de la prima de riesgo que estén corriendo sus inversiones teológicas.
En España, esta tierra que devastamos los jabalíes del laicismo, el riesgo de perder el chollo de subvenciones y prebendas es más alto. Ergo, habrá que aplicar el borrón y cuenta nueva para no perder más afiliados.
Grandes genocidas de la historia, como Franco o Pinochet, ya saben de la elasticidad que muestra la Iglesia para ningunear, e incluso bendecir, alguna infracción como los crímenes contra la humanidad y otras menudencias. Todo por un módico precio que consolidara su alianza con el poder. Aunque, curiosamente, a los asesinos en masa no se les exige tanto como a los abortistas.
Ni siquiera el arrepentimiento por sus actos. Ni que eleven sus plegarias solicitando el perdón con el corazón contrito. Eso se deja para las "cabras locas" pro- aborto que quieran volver a su redil.
Lo que sucede es que algunos miembros, y sobre todo "miembras", que fuimos expulsados por nuestros pecados no queremos volver a formar parte de su grey. Hemos visto la luz. Pero la de la razón que nos ilumina para que veamos el comportamiento hipócrita y misógino de las huestes vaticanas.
Y la lógica y la vergüenza, dos cualidades que deberían ser divinas, nos impiden tener ningún trato con ellos.
Ana Cuevas
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