Publicado hoy en Izquierda Digital
El católico ministro de la Presidencia,
Ramón Jáuregui, ha pedido ayuda y colaboración a la iglesia católica para que
el Valle de los Caídos quede finalmente transformado en “un lugar de memoria
reconciliada”. Eso me recuerda la visita que realicé a inicios de los 70 al
campo de concentración de Dachau, aprovechando que pasaba por una carretera
secundaria del norte de Baviera muy cercana del campo. Dachau era y sigue
siendo un inequívoco lugar para la memoria de la brutalidad nazi, sin más
aditamentos. En Dachau no hay nada ni nadie que reconciliar, sino solo que ver,
mirar, recordar y quedar sumido por unas horas en el horror y la zozobra.
Dachau, como Treblinka, Mauthausen, Auschwitz y tantos otros campos de
concentración, están conservados para mantener la memoria nuda sin edulcorantes
ni moralinas. Por eso, Ramón Jáuregui (quién, si no) vuelve a perpetrar un acto
de inexplicable componenda histórica con el crimen y los criminales.
Pide colaboración a la iglesia católica,
la mayor suministradora de la ideología que mantuvo al régimen fascista del
bando rebelde. ¿Habrá leído alguna vez, por ejemplo, la “Carta Colectiva del Episcopado español a los obispos
del mundo entero” de 1937? ¿Cómo pedir colaboración para reconciliar al pueblo
a quienes justificaron un levantamiento militar contra la legalidad
constituida, a quienes condenaron en vida y a muerte a decenas de miles de
seres humanos en nombre de su cruzada contra el comunismo, el judaísmo y la
masonería? La petición del actual ministro de la Presidencia mueve a todo menos
a una reconciliación.
Compartiendo mantel con cardenales de la SICAR (santa iglesia católica
apostólica romana), Jáuregui les tranquiliza además, asegurándoles que el Valle
de los Caídos seguirá siendo una basílica católica regida por monjes
benedictinos. Es decir, un lugar católico construido desde y por el
nacionalcatolicismo que aspira a ser por decreto lugar de “memoria
reconciliada” en un país donde la verdadera memoria ha sido negada y obstruida.
Que le pregunten, si no, al juez Baltasar Garzón cómo le ha ido en su
investigación de los crímenes de la represión franquista. Que les pregunten
también a tantas personas que trabajan incansablemente por restituir memoria y
tumba dignas a tantos asesinados por el franquismo.
Ramón Jáuregui debería levantarse de esa mesa y preguntarse por qué la
oposición exige aún en estas fechas que Millán Astray deje de ser
definitivamente “hijo predilecto” de A Coruña. Debería preguntarle de paso a su
colega, Carme Chacón, a la sazón ministra de Defensa, qué pintan la Legión y su
cabra exhibiendo histriónicamente himnos y danzas con su Cristo de Mena en un
Vía Crucis católico. Si quiere asimismo memoria reconciliada, puede ir denunciando
el Concordato de 1953 –jamás derogado- y los Acuerdos de 1979 entre el Estado
español y el Estado del Vaticano, pues solo puede conseguirse un marco real de
convivencia entre todos los ciudadanos españoles sobre la base de un Estado
aconfesional y laico, donde las distintas iglesias, asociaciones,
organizaciones y grupos quedan reconocidos como integrantes del ámbito privado
y solo privado de la sociedad.
El Valle de los Caídos
debe quedar como está, con su mastodóntica cruz y sus basílicas y grutas
católicas, como monumento a la barbarie y el fanatismo. Así, los hijos de
nuestros hijos y los nietos de nuestros nietos tendrán ocasión de ver con sus
propios ojos lo que nunca se debe ser, lo que jamás debe hacerse y consentirse.
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