http://www.attac.es/el-sindicato-nos-lo-robaron-donde-estara-el-sindicato/
Estará cargado de razón quien diga que el
movimiento sindical o un sindicato de
trabajadores debe ocuparse de las cuestiones y los asuntos laborales, y no
meterse en harina política, pero a la vez debería admitir que el ámbito laboral
y el ámbito político están necesariamente conectados, pues de lo contrario no
podrían defenderse verdaderamente los derechos humanos, los derechos cívicos de
la ciudadanía, los derechos e intereses de la clase trabajadora y sus
condiciones socio laborales, frente a unos poderes fácticos incrustados
históricamente en el sector financiero, empresarial, militar, policial y
gubernamental.
Por ejemplo, sin el Congreso
de Sindicatos Sudafricanos sería poco entendible históricamente la lucha contra
el sistema de apartheid existente durante el siglo XX, organizando actos de
desobediencia civil, cruentas marchas de protesta y numerosas huelgas.
Obviamente, los sindicalistas sudafricanos de aquel tiempo no trabajaban en
despachos y su forma de lucha no consistía en publicar manifiestos
impecablemente escritos. Tampoco podían reunirse con los gobernantes y los
empresarios, porque inmediatamente sus huesos irían a parar a la cárcel, a la
cuneta o a cualquier descampado. Hoy, sin embargo, el Gobierno español, por
ejemplo, convoca a los empresarios y los sindicatos mayoritarios para que
lleguen a arreglos, aunque poco o nada arreglen tales arreglos.
De hecho, los
sindicalistas lo han tenido muy crudo desde hace varios siglos. En los
comienzos de la revolución industrial formar asociaciones laborales en
Inglaterra constituía un delito penal y estaba terminantemente prohibido, pues no
en vano los empresarios y terratenientes han tenido siempre las ideas bastante
claras sobre qué y cuándo hay que reprimir. Solo cuando la fuerza de la marea
obrera empezó a hacerse imparable, transigieron y toleraron ciertas
agrupaciones obreras aunque dejando bien claro que no podían/debían tener
influencia en la actividad y las decisiones del Estado (la minoría dominante
siempre se ha creído con pleno derecho a arrogarse la total representatividad
del Estado en su exclusivo beneficio). Hoy, sin embargo, los sindicatos están
integrados en el sistema sociopolítico y económico de nuestro país, conversan y
comen con personas poderosas e influyentes y de vez en cuando convocan a una
huelga general implementada básicamente por la multitud de liberados
concertados con el Estado.
A medida que creció
el proceso de industrialización las condiciones de vida de los trabajadores y
del pueblo fueron empeorando a marchas forzadas: el trabajo infantil fue en
aumento, cada vez los salarios eran más exiguos y la jornada laboral mayor, y
la clase trabajadora carecía de cualquier subsidio o amparo institucional
frente al desempleo, la vejez o la enfermedad. La jornada de ocho horas, el
descanso en el fin de semana, los seguros sociales y de enfermedad y otras
conquistas se obtuvieron a pie de calle, entre mucha sangre, sudor y lágrimas.
Eso forma parte de la historia, de una historia que no se enseña en la escuela,
que nunca debería haber sido olvidada, y que también queda muy lejos de la
realidad sindical actual.
Los sindicatos
nacieron y se fortalecieron en la lucha desigual de los piquetes, las huelgas,
las barricadas, la cárcel y el hambre. Los sindicatos no reblaron porque tenían
ideales, valores, caminos y horizontes comunes. Los trabajadores resistieron porque
crearon sociedades de ayuda mutua, con cajas comunes y dinero proveniente de
las cuotas de los asociados. Hoy la mayor fuente, directa e indirecta, de
financiación sindical son los Presupuestos Generales del Estado, más los fondos
de formación provenientes de la UE y del Estado.
Los sindicatos eran
conscientes de que representaban a la clase trabajadora frente a la clase
capitalista y sus estructuras ideológicas, judiciales, políticas y militares. Hoy
hay sindicatos que aún se autodenominan “de clase”, pero apenas hablan ya de la
lucha de clases y mucho menos la llevan a cabo. Hoy la lucha de clases es considerada
como una antigualla de tanto polvo que ha adquirido en un rincón del desván.
Por si fuera poco, los sindicatos han caído en descrédito entre buena parte de
la ciudadanía y de los trabajadores, y no se atisba la salida de tan oscuro y
largo túnel.
Desde el movimiento
sindical se proponía ya a principios del siglo XX la huelga general
internacional a fin de detener la primera guerra mundial desde ideales
pacifistas e internacionalistas. Como botón de muestra, en 1907 el Congreso
Internacional Socialista de Stuttgart declaraba: “La lucha contra el
militarismo no puede separarse de la lucha socialista de clases en con su
conjunto. Las guerras entre los estados capitalistas suelen ser la consecuencia
de su rivalidad por los mercados mundiales, ya que cada estado no desea solo
consolidar su propio mercado, sino que quiere también conquistar otros, en cuyo
proceso tiene parte importante la subyugación de pueblos y tierras extranjeras
(…) El Congreso considera que es el deber de la clase trabajadora… luchar con
todas sus fuerzas contra el armamento y militar… y rehusar abastecerlo”. El 20
de marzo de 2003 fui expedientado por la Consejería aragonesa de Educación por
negarme a dar clase como protesta por el inicio del los bombardeos en la
invasión de Irak. Mis alumnos y alumnas lo entendieron y secundaron, pero no
hubo la menor llamada a una huelga o a la rebelión por parte de algún
sindicato.
En 1889 se declara el
1º de Mayo
como Día Internacional de los Trabajadores,
en conmemoración de los 5 huelguistas ejecutados en mayo de 1886 en Chicago. El 27 de
enero de 1977 cinco abogados laboralistas fueron asesinados por neofascistas
españoles e italianos en el número 55 de la madrileña calle de Atocha. Hoy es
difícil imaginar una matanza en el mundo sindical hispano, no solo porque la
crispación nacional existente parece no llegar a las pistolas, sino porque tampoco
se ve allí un compromiso y una lucha sin cuartel contra el ultramontanismo y el
ultraliberalismo.
“Sindicato” proviene
del griego y está compuesto del prefijo “syn”, que significa “con”, y “diké”,
que significa “justicia”. Sindicato y sindico hacen referencia a las personas e
instituciones que acompañan al ciudadano a fin de hacer justicia y que se haga
justicia. Tras los primeros indicios de crisis económica, los sindicatos
deberían haber salido fieramente a la calle, estar haciendo lo que en nuestras
calles y plazas representa y lleva a cabo el movimiento 15M y Democraciarealya.
De lo contrario, ¿para qué sindicatos aquí y ahora?
El sindicato nos lo
robaron ¿Dónde estará el sindicato?
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