Este libro quisiera hablar solo de sonrisas y gratos
momentos en la escuela, pero en ella hay también malos ratos y lagrimillas (abundan
también los bostezos). Especialistas serios y provectos tienden a remachar lo
mal que va la educación escolar, mientras el rodillo del sistema aplasta
cabezas a golpe de estadísticas y datos. Entretanto, algunos juegan a los dados
en clase, confían en elaboradas chuletas para el examen, contemplan cogotes y
más cogotes de compañeros cuya única mirada debe estar dirigida hacia la
pizarra, mientras asumen que su deber es callar, no molestar, y hablar solo
cuando se le demanda la respuesta correcta a una pregunta a veces ininteligible.
El adulto parece padecer una rara amnesia que hace olvidar la cantidad de
bostezos que ha dado en el aula.
Este libro habla también de gozos y sombras en la escuela,
de lo que siempre debería marcar el ritmo y el rumbo en educación, de alumnos
inmigrantes embutidos en un centro sin entender una palabra, de velos temidos y
tangas reprimidos, de gente diversa, de suspensos, sobre todo de utopías
deseadas por todos y desechadas por inercia y por pereza.
Este libro quiere transmitir su amor por la escuela pública,
por la escuela laica y aconfesional.
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