Día primaveral. Cumpleaños de Bego, que, desde pequeñita, decía que ella había traído la primavera. ¡Y es verdad!
Marga
y el perroflauta motorizado han tenido el placer de saludar a Alberto, antiguo
alumno y hoy flamante abogado recién estrenado.
“¡Que
‘cansos’! ¡Pero qué ‘cansos’ sois!”, espeta al poco de llegar un hombre con
mirada despectiva, que pasa raudo ante el portal de la Consejera y el cartel
del perroflauta motorizado (“canso” es una expresión autóctona equivalente a
“pesado”, “cargante”). Soy un perroflauta que se diferencia del resto de los
perroflautas en estar motorizado, soy además un perroflauta motorizado que,
según ese hombre, es un “canso” que comete el incívico acto de molestar a la
autoridad a las puertas de su propio domicilio. El perroflauta motorizado lleva
ingeridas un montón de pastillas y un parche de nitroglicerina y otro de
fentanilo por dolencias varias, pero sobre su frente aquel hombre le ha
endosado también la etiqueta de canso-indeseable. El perroflauta motorizado se
siente un poco desolado.
(Desolación,
desolar… procede de de-solare (falto de solaz, de consuelo, de una situación
favorable…), antónimo de con-solare, con-solar (compartir el solaz, el
descanso, el consuelo…)).
Y en esas está el perroflauta motorizado
cuando llega al portal William James, pensador y psicólogo estadounidense hace más de un siglo y hermano del escritor
Henry James. Disimula su algo avanzada calvicie con un mechón largo de pelo que
le cubre la cabeza a lo Anasagasti y su rostro emerge entre un bigote y una
perilla inmensos. Sorprendentemente,
habla en perfecto castellano.
"Hola, buenos días”, saluda, “no se deje usted nunca etiquetar por nadie.
Una etiqueta etiqueta (permítame la redundancia) al etiquetador y no al
etiquetado. Ocurre, sin embargo, que los humanos estamos tan acostumbrados a
etiquetar plantas, animales, enfermedades y países que incluso llegamos a
confundir la etiqueta con el insulto. Es muy probable que un cangrejo se
sintiera invadido de un sentimiento personal de afrenta si pudiese escucharnos
cuando lo clasificamos, sin la menor disculpa, de crustáceo y después lo
olvidamos. ´No soy tal cosa´, diría. ´Soy yo mismo, sólo yo mismo´. Y esto es
todo. Adiós, buenos días". Y William James se va.
El
perroflauta motorizado está ya tan tranquilo que entona con su vieja flauta de
madera una melodía que aprendió en la lejana Estiria, a la vez que su perro
intenta acompasar sus ladridos al seis por ocho de la canción. “¿Dónde puedo comprar lotería?”, le
pregunta un viandante anciano. “Dos
manzanas más arriba, en esta misma acera”, responde el perroflauta
motorizado, que se sonríe al haber sido etiquetado esta vez como un vendedor de
cupones de la ONCE.
Y encuentra cumplido solaz contemplando el vídeo de fotos de la Ciudad de Zaragoza del archivo de Rafael
Castillejo (www.rafaelcastillejo.com) con música de Ferrán de Magèsc (http://www.ferrandemagesc.es),
compañero que pasea a menudo por las mismas redes sociales.
Hasta mañana
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