21 de marzo. Irrupción de la
primavera. También en el portal de la Consejera aragonesa de Educación como
icono de la renovación del mundo y de la vida. Confirmación interior de que uno
de los fundamentos imprescindibles de esa esperanza es la educación, la buena
educación, la educación buena. 209 días alentados por esa espera y esa
esperanza.
Primavera que ha llegado con lluvia
durante toda la mañana (cuando nos retirábamos ha salido el sol…). Adrián y
Alberto han estado con Marisol y el perroflauta motorizado en el portal.
¿Cómo hacer que quienes gobiernan y
recortan en el ámbito de la educación lleguen a comprender la salvaje
demolición de los cimientos mismos de una sociedad que están perpetrando? ¿Cómo
construir, a pesar de ellos, una educación real y efectiva en nuestro país? ¿Cómo
hacer para que llegue la primavera al mundo educativo?
¿De dónde puede y debe venir esa
primavera, la educación en su grado óptimo; es decir, la utopía de la
educación? ¿De los gobernantes o de la ciudadanía? ¿Debe la ciudadanía misma
elaborar en su propia alma, personal y colectiva, una educación de sí misma, de
tal forma que salga al encuentro, en medio del camino, de una educación por y
para otro mundo posible, más libre, justo, sostenible e igualitario?
Si los gobernantes quieren
introducir una auténtica mejora en la educación, han de mejorar primero su
educación como ciudadanos y gobernantes, pues hasta ahora se han limitado a
ejecutar lo que les dictan sus señores, a cuyos servicio están. Por eso la
educación necesita alzarse en medio del bosque de tanto inepto/embrutecido, y
buscar sobre sí la luz y el sol. Es la ciudadanía la que debe alzar su mirada
hacia un mundo mejor, hacia la utopía del interés general, diseñado y realizado
día a día mediante una educación en consonancia, hacia la primavera del mundo y
de la formación permanente y entusiasta de cada ser humano.
No serán ni el poder ni el dinero
los que se propongan estos objetivos, que consideran opuestos a sus intereses.
No será tampoco el gobernante, ocupado y preocupado únicamente por calcular
impuestos al pueblo para cebar la cortedad de miras de sus amos. Seguramente,
tampoco el sistema educativo (desde Infantil a la Universidad, pasando por
Primaria, Secundaria y Bachillerato), acostumbrado al chirrido de los
engranajes desajustados del sistema y a unos resultados finales deplorables.
La organización de la educación
debería depender básicamente del criterio de la ciudadanía, de las familias,
del profesorado, del propio alumnado (principal sufriente y paciente de ese
sistema), de todos y cada uno de los ciudadanos, que seguramente dejarán, bajo
su atenta y crítica mirada, la elaboración educativa a las personas en que más
confíen y aún conserven su alma relativamente intacta. La cultura, el saber, la
instrucción y la educación deben estar basados en criterios democráticos y
jamás en intereses elitistas. Todos
tenemos el mismo derecho a una educación libre, crítica, racional y científica;
o lo que es lo mismo, a una educación pública y laica. Exactamente lo contrario
de lo que ahora está acaeciendo. Y el alma del perroflauta motorizado anhela la
llega de la primavera al mundo educativo…
De
esta forma, la esencia misma de lo humano que identifica a cada uno como humano
irá realizándose con sólido paso hasta su eclosión final en una sociedad
mundial de personas libres, iguales y autónomas. Para ello, se requiere una
educación buena y una buena educación, conducente a la sedimentación de unos valores, ideas y
sentimientos capaces de concebir la idea de un mundo mejor para todas y todos.
La
ciudadanía ha de buscar una sociedad donde no solo se puede aprender a ser más
hábil o más rico, sino también y sobre todo más moral (es decir, más plenamente
humano). La educación permitirá entonces que cada generación vaya más allá́ de
lo que las anteriores han podido alcanzar. Y el sol bañará de calor y de luz la
mente y el corazón de tod@s en primavera, en verano, en otoño y en invierno.
Hasta
el próximo día.
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