Viernes.
Último día de la 45ª semana en el portal de la vivienda de la Consejera
aragonesa de Educación. Día primaveral si no fuera por tanto y tanto cierzo.
Los sabios aforismos de Pilar y las indagaciones filosóficas de Adrián han acompañado
hoy al perroflauta motorizado en ese portal. La invidente que vende cupones en esa calle y que había pedido una camiseta o una bufanda de Marea Verde se ha ido hoy la mar de contenta luciendo la bufanda del perroflauta.
El
Informe Pisa vuelve a suspender al alumnado español por no saber resolver
problemas prácticos (vg. buscar el itinerario más corto en una línea de metro o
programar un aparato de aire acondicionado). En toda mi vida de profesor he
encontrado, sin embargo, una realidad que poco o nada tiene que ver con lo que
parece asegurar Pisa: muchachas y muchachos despiertos, espabilados, con ganas
de vivir y con verdadera curiosidad por conocer si lo que había en clase movía
su atención y su interés, casi siempre traducido y aplicado a sus vidas.
Al
mismo tiempo, eso sí, procuraba que ellas y ellos pensaran y hablasen también
sobre tanta gente adulta y joven en el mundo que no tiene metro ni autopistas
ni carreteras, sino solo un único camino embarrado y empinado de varios
kilómetros para ir y volver de la escuela (cuando la tienen), o sobre tanta
gente en el mundo que desconoce qué es
eso de un aparato de aire acondicionado. Procuraba igualmente que ellas y ellos
indagasen el precio del billete de metro madrileño y su relación directa con
los ingresos de un parado, de un estudiante medio o del salario mínimo
interprofesional. O, en fin, la contaminación creciente del planeta Tierra y el
aumento del agujero de la capa de ozono debido, entre otras cosas, a estos aparatos
de aire acondicionado.
Estoy
de los Informes Pisa hasta el gorro, pues sus cuestionarios suelen reflejar e
inculcar el modo de vida, las necesidades y los intereses de una minoría rica
(“desarrollada”, se autodenomina: ¿qué desarrolla y qué no desarrolla
realmente?) que da la espalda a la mayoría de la población española y mundial.
Los medios de comunicación, en su inmensa mayoría propiedad de esa minoría rica
e instrumento manipulador al servicio de sus intereses, se limitan a recalcar
lo mal que va la educación (¡ahora también en el ámbito práctico de la
formación de l@s niñ@s y jóvenes que acuden a las aulas!). Entretanto,
silencian los criminales recortes (¡ajustes!, los llama el Gobierno)
perpetrados en educación y en enseñanza.
Los
señores de Pisa, los Ministerios y las Consejerías autonómicas de Educación
confunden dos cosas complementarias, pero distintas. Sin duda, para vivir, para
ganarse profesionalmente la vida digna y honradamente, para moverse en la
sociedad actual, el alumnado debe aprender mucho y bien (sobre todo a pensar, a
cuestionarse y a buscar), pero eso no agota el saber, el verdadero
conocimiento, sino que, por el contrario, el conocimiento y el saber alcanzan
un nivel que supera el mundo de las necesidades utilitarias. El problema
estriba en que los dirigentes y gobernantes en el mundo educativo ignoran (no
solo desconocen, sino que también ignoran) la necesidad de que salgan de las
aulas (desde Infantil a la Universidad) personas libres, cultas, inquietas,
críticas, autónomas, dueñas de sus vidas, solidarias, vacunadas contra las
supersticiones y las falacias, en busca permanente de su propia utopía.
El
saber, antes de poder ser dividido en teórico y práctico, es en cualquier caso
formador y humanizador: contribuye a formar esa clase de personas, las
enriquece, humaniza al mundo y a la vida, hace que todos y cada uno de los
seres humanos necesiten la libertad y la igualdad como condición ineludible de
su felicidad. Si la escuela no busca y hace eso, ¿para qué la escuela? ¿De qué escuela
estamos hablando? ¿La escuela de Pisa, de Wert, de Serrat?
Así acaba el penúltimo capítulo del libro
de Daniel Pennac Mal de escuela
(Mondadori, 2009):
“-
¡Vamos, dilo!
-
Te digo
que no puedo. Si sueltas esta palabra hablando de instrucción, te linchan,
seguro.
-
….
-
…
-
…. El amor” .
Y con un tono entre reflexivo y amargo,
concluye: “Es verdad, entre nosotros está
mal visto hablar de amor en materia de
enseñanza. Intentadlo y veréis, es como mencionar la soga en casa del ahorcado”
.
Pues bien, hoy proclamo mi amor por
todos/as y cada uno/a de los/las alumnos/as con quienes he compartido tantas
cosas hermosas y valiosas en el aula a lo largo de mi vida.
Hasta el próximo día
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