Primera parte de la jornada de soledad fecunda
y luminosa. Hoy asistiré en el Auditorio de Zaragoza al Concierto
de la Symphonieorchester des bayerischen Rundfunks bajo la dirección de Gustavo
Duhamel, que interpretará la 6ª Sinfonía de Beethoven y la Consagración de la
Primavera de Stravinski. Mi hermana Alicia, Marisol y mi hija Begoña (fue mi
regalo de cumpleaños para ella) asistirán al Concierto. Me siento muy feliz.
La segunda parte de la jornada ha sido también luminosa y hermosa con
Rafa, al que suelo ver cada mañana en el portal (fotografías hechas por su mamá)
y también con Marga y Julio.
Ayer fue bastante comentado lo que escribí sobre la escritura de la
autobiografía propia y ajena. Abundando sobre el asunto creemos que llegan los
años decisivos solo cuando podemos decidir y pensar ya por nuestra cuenta. En
parte es así, pero también y sobre todo es cierto que los años más decisivos en
el troquelado de nuestra biografía son los primeros, aquéllos en los que abrimos
lentamente los ojos al mundo, aquéllos en los que nos suponen no llegados al
uso de razón, aquéllos en los que la huella de los seres más cercanos y del
entorno más próximo se hace indeleble (hay quienes creen que un niño, si no
razona, si no razona “bien”, es medio “zoquete”).
Podemos modificar muchas facetas de nuestro yo, de nuestra
personalidad. Facetas importantes, pero hasta cierto punto, si lo pensamos
bien, periféricas. En nosotros hay un yo nuclear, el más profundo, el primario,
que no se borra, que permanece otorgándonos la identidad primaria. En buena
medida, ese yo nuclear se troquela en los primeros cinco o seis años de
existencia.
¡Ay, si fuéramos conscientes de la importancia
del período entre los 0 y los 6 años! ¡Ay, si fuéramos conscientes de la
importancia de cada instante desde que venimos a la vida!
Somos también como un iceberg: lo que mostramos, lo que contemplamos,
pensamos y queremos de nosotros mismos
es minúsculo si lo comparamos con nuestro yo integral. En este yo han ido acumulándose todos los recuerdos,
sensaciones, vivencias, conceptos y preconceptos, juicios y prejuicios,
triunfos y derrotas, premios y castigos que no recordamos, de los que no somos
conscientes ya de haber vivido y sido.
Creemos que lo primero que se aprende en la
escuela es a pintar, a jugar, a escribir, a contar, a leer, a vivir períodos de
la jornada fuera del entorno familiar. Y eso es verdad, pero en la escuela
escribimos también una parte importante de esa primera biografía, trazamos unas
pinceladas decisivas de nuestra personalidad más nuclear.
Sí, hay quienes nos suponen medio inválidos
(=no válidos) que no se enteran de nada por no haber cumplido aún los siete
años (el mítico “uso de razón”), aunque en nuestro interior esté trazándose con
enorme energía nuestra personalidad, nuestra sensibilidad, nuestra
inteligencia, nuestra mirada.
Aurtxoa Seaskan es quizá la canción de cuna más bella que existe. Su tierna
melodía te atraviesa, y una vez que la has escuchado te embruja para siempre.
Queda dedicada hoy aquí a todos los niños y niñas del mundo de 0 a 99 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.