A raíz de las dificultades que muchos niños y niñas tienen para tener o ir a la escuela, referidas en Diario 219, Maribel me ha enviado desde Badalona una información que considero de sumo interés para el alumnado de cualquier colegio público de Infantil, Primaria y Secundaria. ¿Recibirá el perroflauta motorizado algún email o noticia de que lo han leído y trabajado en clase? Ese día el perroflauta motorizado será especialmente feliz.
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— ¿Por qué miran a esa niña con
esas caras? ¿qué ha hecho?
—Nada.
Elizabeth Eckford era una niña de 15 años cuando los ‘mandamás’
de su país declararon ilegal la segregación racial en las escuelas. Sí hija,
hasta hace bien poco los niños de color no podían ir al cole con los niños
blancos porque sus padres no los consideraban iguales y ¡ellos querían!…
¡Fíjate que tontería! Hoy en tu clase hay niños de todos los países. El 4
de septiembre de 1957, cuando tu padre todavía no había nacido, Elizabeth
y ocho compañeros de color se presentaron en la escuela Little Rock de Arkansas.
Una de las zonas más racistas y con más odio de aquel país. Una muchedumbre
babeante e iracunda les insultó y gritó, impidiendo su entrada en el colegio
durante ese día y sucesivos. Solo porque no les gustaba el color de su piel. Ni
la mediación del presidente Eisenhower logró calmar los ánimos y todas
las escuelas del Estado cerraron durante un año para evitar incidentes y hacer
una transición más sosegada. Más tarde Elizabeth llegó a la
universidad y acabó siendo profesora en el mismo colegío que un día le impidió
el acceso. ¿Recuerdas que todas las películas tienen moraleja? Pues la de esta
peli, real como la vida misma, da un escarmiento magistral a los cobardes
que odian solo por el color de las personas.
—Mira como
van esas niñas al colegio
—¡Qué chulo,
yo quiero!
—Ahora
fíjate cómo van sentadas, donde llevan las manos, las chanclas…
Más de 12
millones de nepalíes viven en las inmediaciones del Himalaya. La zona
con más montañas y más altas cumbres de todo el planeta. No hay casi
carreteras, ni autopistas, ni paradas de autobús. Un territorio seccionado
por mil valles y otros tantos ríos acaudalados que impiden el normal tránsito
entre pueblos y aldeas. Los niños usan puentes artesanales hechos con
tablones, cuerdas y poleas improvisadas, como las yincanas de aventura que
tanto te gustan pero sin arneses ni doble sujección de seguridad. Durante
décadas, esa falta de seguridad, ha causado infinidad de accidentes a muchos
niños como tú que se levantan de madrugada solo para poder llegar a tiempo al
colegio. Afortunadamente varias ONGs se encargan hoy de construir
puentes y góndolas seguras para mitigar la siniestralidad. Esos
niños se morirían de ganas por poder ir como nosotros en coche y calentitos
al colegio.
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Hoy tienes
natación y quizás por eso has torcido el gesto al levantarte. Mira a estos
niños. No saben lo que es una piscina pero se bañan todos los dias para ir al
colegio. Tienen que cruzar un caudaloso río para llegar a la escuela. Y lo
hacen a diario. Haga frío o calor. Hồ Khong, un niño com tú de la
escuela primaria Hung, en el distrito de Minh Hoa, en Vietnam;
nos lo cuenta:
“La
profundidad es de unos 20 metros y la corriente es grande, a veces asusta. Pero
como queremos ir a la escuela para aprender para tener un trabajo profesional y
con ello un futuro mejor, corremos el riesgo de cruzar a nado el río.”
Para ello llevan unas grandes bolsas de plástico donde
meten sus ropas y libros. Nada de estupendas mochilas de Barbie
impermeables y con ruedas. Las inflan para fabricar su flotador-guía y
cruzan diariamente los 15 metros de río. En temporada de lluvias faltan hasta
un mes al colegio. El caudal crece demasiado y sería peligrosísimo intentarlo.
Se los llevaría la corriente para siempre.
—¿Qué
significa ese cartel, papá?
—Peligro.
Bombas enterradas.
La guerra
civil (esa guerra entre hermanos de un mismo país que termina siempre
destruyéndolo) terminó en Angola en 2002, pero su fantasma sigue enterrado por
todo el territorio en forma de minas y artefactos bélicos. Esas bombas que
ponen bajo tierra los mayores para que los niños las pisen sin querer mientras
juegan o caminan hacia el colegio. Miles de hectáreas de tierra virgen y rica
permanecen improductivas por esas ‘semillas explosivas’. Son muy difíciles de
destruir porque están muy bien escondidas e interfieren siempre en la vida de
los más débiles, niñas como la de la foto, o como tú. A pesar de las ratas antiminas que utilizan para desactivarlas,
80.000 accidentes en 20 años convierten el camino a la escuela en una aventura
a vida, muerte o condena a llevar muletas de madera el resto de su existencia.
Todo por aprender a ser mejor persona y evitar repetir el legado de los que se
dicen llamar sus maestros.
—¡Qué miedo!
Imagina que
para ir a trabajar tienes que hacer 200 km andando y cruzando barrancos de 500
metros de altura, agarrado a las rocas y sobre ríos congelados. Imagina que
tardas dos días en llegar, vadeando cuatro ríos, cruzando puentes desvencijados
y angostos caminos de tan solo unos centímetros de anchura sobre las punzantes
rocas. Imagina ahora que no eres Tintín o un superhéroe de ClanTv sino una niña
como tú que solo quiere ir a aprender al colegio… Aproximadamente unos 80 niños
se juegan la vida diariamente y eligen el riesgo del atajo por las paredes
verticales de Pili, un pueblo del norte de la región china de Xinjiang
Uygur. Un espectáculo que bien parece un concurso televisivo infantil de
pruebas físicas para ganar un viaje a Euro Disney.
—¿Esos son
niños de un circo, papá?
—No.
Cinturones
abrochados, elevadores de seguridad según normativa europea, sillitas
reglamentarias, capazos con arneses… Todo eso que repasamos en cada viaje al
colegio es un cuento chino para estos niños. En Pematangsiantar, Indonesia
(foto superior) o en Baghpat, India (foto inferior)
nadie entiende ese vocabulario. Se alquilan al hacinamiento en vehículos de
tracción variable a cambio de llegar a tiempo a la escuela. Puede parecer
divertido pero… ¿Te imaginas qué pasaría si el conductor da un frenazo brusco
porque se le cruza un perro en su camino?
—No quiero
saberlo
—¡Papá, se van
a caer!
—Afortunadamente
no pasó nada, hija. Hubo un temporal que estropeó el puente, pero esos niños
decidieron que no podían dejar de ir a la escuela por tonterías.
17 de enero de
2012. Las lluvias torrenciales arrastran todo tipo de maleza sobre el crecido
río Ciberang, a su paso por la aldea Sanghiang Tanjung, en la
provincia Indonesia de Bateng. La fuerza de la corriente golpea
y daña los pilares del puente comunal (construido en 2001) que une el pueblo
con el suburbio de la escuela. El paso queda muy dañado pero no impide que
desde ese día los niños lo sigan cruzando a duras penas para ahorrarse 30
minutos de rodeo.
—Papá ¿Por qué
los policías se protegen con un escudo y esa niña no?
—Es muy
valiente.
16 de marzo
2010. Una niña de tu misma edad pasa indolente sorteando las piedras lanzadas
por sus hermanos palestinos contra militares israelíes en su camino diario a la
escuela en el campamento de refugiados de Shuafat en la Ribera
Occidental, cerca de Jerusalén. A ella parece no importarle la guerra
que libran sus hermanos. Solo quiere llegar al cole para enseñar sus tareas.
¿Parece valiente, verdad? El conflicto Palestino-Israelí ha convertido
esa rutina infantil en un largo y tortuoso camino lleno de obstáculos
para los hijos de esa eterna guerra.
—¿Dónde van
esos niños si no hay casas por ninguna parte?
—A un
internado, a varios días de camino
Zanskar,
India, Himalaya. Un
pequeño pueblo en el paraíso montañoso. Implacable en invierno. 40 grados bajo
cero. Todos los años, en el trimestre más frío, un grupo de niños acompañados
de sus padres atraviesan tres valles para llegar al internado de Leh,
antigua capital del reino de Ladakh y donde pasarán el resto del año. No
hay carreteras, no hay caminos. Lo hacen por el único sitio posible. El río Zanskar
helado. La caminata dura varios días, con noches al abrigo de las cuevas
heladas de la ladera. Todos los años muere algún turista intentando imitar el
trayecto de los niños de Zanskar, más instruidos en las dobleces y
grietas del traicionero hielo…
Hasta mañana
¡Impresionante!
ResponderEliminarRecuerdos
Conchita