Plácida jomada con Marisol,
Víctor, Marga, Maite, Iñaki y el perroflauta motorizado.
Hoy he estado pensando un
buen rato en las palabras, mientras iba llegando al portal de la Consejera de
Educación. Cuidado con las palabras. Tras las palabras, puede haber moles
gigantescas de nada que aplastan o paralizan el ánimo y la mirada. Por ejemplo,
“se”, “uno”, “nadie”, “la gente”: como “nadie” hace nada, yo tampoco (=escaqueo
por el que “se” puede estar tan a gusto de brazos cruzados; “uno/a” poco puede hacer si no sale “la
gente” a la calle (caso gemelo univitelino del anterior); no me explico como
“nadie” hace “nada”…
Hay que tener cuidado con
las palabras que me suplantan y me excusan, sí, cuando creemos que nos estamos
refiriendo a personas reales con esos términos, pero “uno/a”, “se”, “nadie”,
“la gente”, etc. son impersonales, despersonalizan, me colocan y te colocan en la
nube de las palabras abstractas, fuera de toda concreción. Si acudimos a estas
palabras para encontrar una justificación de nuestra pasividad o nuestra falta
de compromiso con la realidad que nos rodea, lo más genuino de cada persona va
quedando cada vez más oculto y ocultado (¡sepultado! ¡suplantado!).
Palabras sencillas y
cotidianas parecen y aparecen sin ubicación creíble, fuera de lugar: trabajo,
vivienda, salud, educación, escuela, amor, alegría, luz, risa, juego, yo, tú,
nosotros…. Las palabras pueden perder su sustancia en la calle, en la empresa,
en la escuela, porque previamente corremos el riesgo de perder la propia sustancia también.
¿Estáis consiguiendo ALGO
en el portal?, preguntan. Y me viene a la mente unas páginas gloriosas de
Pennac en su libro “Mal de escuela”. Pennac se centra en la palabra “LO”, que
puede conllevar la mayor alienación en la escuela y en la vida: la desaparición
de mí mismo bajo el peso enorme del LO, en detrimento de lo más personal, en
menoscabo de lo que quiero y soy. Pensar por mí mismo, hacerme a mí mismo se
zambullen en lo impersonal y lo abstracto y la tarea primordial en la escuela
parece consistir en adquirir los automatismos necesarios para la reproducción
exacta de LO que hay que aprender (y enseñar), al margen del alumnado concreto,
de todos y cada uno de los alumnos y alumnas de un aula, de un centro escolar.
Ese LO es una losa sobre la
cabeza de quien acepte cargar con la palabra. Es un LO que enajena de uno mismo.
“Nunca LO conseguiré” , “Esfuérzate por conseguirLO, “No hay quien LO arregle”, dicen. “LO tenéis muy difícil”, “estando aquí no
conseguiréis NADA”. “Es una lástima, pero LO que estáis haciendo en ese portal…
bla, bla, bla”.
Una persona, sus querencias
más intensas, sus ideales, sus acciones, su estancia diaria en un portal de una
calle céntrica de cualquier ciudad, tienen su propia densidad, contienen su
propio valor: valen en y por sí mismas, con independencia de LO que consigan o
LO que vaya ocurriendo. Imagino ahora a Marisol colocándose cada mañana la bufanda
de Marea Verde, sosteniendo un cartel, encontrando un hueco luminoso en su
agenda y entre sus obligaciones. Al imaginarlo, sé que vale. La fuerza de su
presencia en el portal de la vivienda de la Consejera aragonesa de Educación es
un testimonio vivo y personal diario de lo que es y lo que quiere, más allá de
que haya much@s o poc@s en ese portal, de LO que SE consiga.
Nada hay en la vida
comparado contigo.
Hasta mañana
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