No podía dar crédito a esa esquela
mortuoria y a mi estupefacción le sobrevino pronto una buena dosis de
indignación: El Heraldo de Aragón incluía el pasado 20-N una necrológica en
memoria del dictador Francisco Franco Bahamonde, quien, según reza dicha
esquela, “entregó su alma al Señor” tal día como aquel del año 1975. Más abajo,
y en negrita, se leía: “La clase obrera
agradecida no te olvida”.
Me quedé pensando que, sin ningún género
de dudas, la clase obrera no le había olvidado, dado que, entre otras lindezas,
abolió cuantos derechos y libertades no se ajustaban a su régimen y fusiló aun
después de acabada la guerra civil a miles de trabajadores y trabajadoras, por
el simple hecho de ser de un partido o un sindicato de izquierdas, así como
también prohibió bajo severas condenas el derecho a la libertad de sindicación
y otros derechos más de la clase trabajadora, escudado en la pantomima
pseudopolítica (como todo su pseudoideario) del “sindicato vertical” y los Principios
del Movimiento.
No obstante, los autores de la esquela adolecen
de rigor morfológico y sintáctico, pues dicha necrológica no dice “la clase
obrera, agradecida, no te olvida” (=toda la clase obrera te está agradecida y
no te olvida), sino “la clase obrera agradecida no te olvida” (=aquella clase
obrera que te está agradecida –la poseedora de la encomiable virtud de la
gratitud- no te olvida). En resumidas cuentas, una simple cuestión de comas
crea una mezcla de vodevil y de opereta
en memoria del mayor firmante de penas de muerte en toda la historia de su
España Una, Grande y Libre, “sin que le temblara la mano”, al decir de sus
hagiógrafos).
Pero mi estupefacción e indignación, por
muy gato escaldado que ya sea, ante la esquela en memoria del golpista y
dictador Franco, respondían también a que aún siguiese habiendo medios de
comunicación capaces de incluir en sus páginas semejante bofetón democrático en
la cara de la ciudadanía, cada vez más enrojecida por los bofetadas que vamos
recibiendo diariamente. El 20-N nos asestaron sendas bofetadas desde ABC, La
Razón y un cierto largo etcétera, en el que está incluido también El Heraldo de
Aragón. He visto escrito hasta la saciedad el mismo mensaje en los últimos
días:
¿Admitiría cualquier medio de
comunicación alemán una esquela en memoria de Hitler? ¿Qué rasgadura de
vestiduras y alaridos al viento lanzarían esos mismos medios hispanos si
llegase a sus oídos que en algún lugar del mundo alguien hubiera osado poner
una esquela en memoria de Stalin? ¿Es admisible dentro de unos valores
democráticos una esquela en memoria de Franco tras 40 años de su muerte?
Hace escasas semanas surgió la noticia de
que el periodista Miguel Ángel Aguilar había sido despedido de El País tras
haber escrito un artículo en el New York Times donde cargaba contra dicho
Diario. The New York Times invitaba en esas mismas páginas a
varios periodistas españoles más a analizar, valorar y reflexionar sobre
temas similares como las presiones
políticas contra la prensa, el control y la falta de objetividad debidos
a esta causa, las medidas del Gobierno de Rajoy o la ley mordaza. En dicho
reportaje, esos periodistas denunciaban cómo las presiones gubernamentales y
financieras han minado la capacidad de los diarios, su independencia y su
libertad de información y opinión. Me queda la duda de si la inclusión de la
esquela de Franco el 20-N en El Heraldo de Aragón responde a las causas
aducidas o también a la afinidad ideológica y de intereses personales y
familiares.
En esos días, el economista y politólogo,
Vicenç Navarro, miembro también de ATTAC España, publicó un artículo titulado El “New York Times” lleva razón: no
existe pluralidad en los medios http://www.vnavarro.org/?p=12832 de
indudable interés. Entre otras cosas, dice:
“La
evidencia es abrumadora de que el New York Times y la percepción popular sobre
los grandes medios de información llevan razón. En realidad, el New York Times
se quedó corto, pues incluso podría haber aportado más evidencias de cómo los
gobiernos compran la complicidad de los medios (tanto públicos como privados) a
base, en el caso de estos últimos, de subvenciones públicas. Un ejemplo claro
de ello son las subvenciones que el gobierno de sensibilidad liberal de la
Generalitat de Catalunya da a los mayores rotativos que se publican en esta
comunidad autónoma, cantidades más que respetables, que aumentan según la
docilidad de tales rotativos hacia el gobierno. Según la revista El Triangle,
el Departamento de la Presidencia de la Generalitat ha dado 810.719 euros a La
Vanguardia, 463.987 euros a El Periódico, 457.496 euros a El Punt Avui, 205.484
a Nación Digital, 136.998 a Vilaweb, y un largo etcétera, cantidades que el
público tiene dificultades para conocer, a pesar de que son fondos públicos”.
Cabe, pues, una pregunta más: ¿Cuánto
y cuándo reciben del poder (político, económico e ideológico) como subvenciones
directas e indirectas los distintos medios de comunicación en Aragón? ¿Dichos
datos están a disposición de la ciudadanía aragonesa? ¿Puede considerarse
incluso también como ayuda indirecta que el Gobierno de turno incluya en su
nómina a diversos y relevantes cargos de algún medio privado de comunicación,
evitando así a ese medio costosas indemnizaciones y el desgaste socio-económico
de un previsible ERE?
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