Juan de Mairena me envió ayer un
whatsapp, en el que lo noté bastante contrariado. Pablo Iglesias había regalado
su libro a Mariano Rajoy, que ni lo miró ni apenas rozó con sus dedos. Juan de
Mairena quedó depositado sobre una mesita baja, al lado de un cenicero de
alabastro. Al cabo del rato, un trabajador de La Moncloa ordenó llevarlo a la
biblioteca, lejos de Rajoy, lejos de tanto hielo y tanto pedernal. He cogido el
ejemplar de Juan de Mairena que tengo en casa, he leído unos párrafos antes de
dormirme, y le he dado las buenas noches. Inmediatamente he recibido otro
whatsapp de Juan de Mairena, con un escueto: “Gracias”. He cerrado los ojos, ya
con la luz apagada, y he flotado sobre la agradable sensación de lo grande y
hermosa que es una buena amistad.
Pasado ya el puente, lluvioso y nuboso,
reanudamos nuestra presencia en las inmediaciones del portal de la sede del PP
en Aragón. Me he sentido bien y feliz con Marisol y Marga. Hemos echado de
menos a much@s otr@s, especialmente a Beatriz.
Quizá para compensar tanta ausencia, Luisa Fernanda Rudi ha tenido la
deferencia de desfilar varias veces delante de nosotros, entrando y saliendo de
la sede del PP.
Esta Mélodie para piano, en Orfeo y
Euridice, de Gluck, embelesa.
Hasta mañana
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