Lunes. Niebla densa por la mañana y leve bajada de la
temperatura.
Esta mañana el Parlamento catalán ha aprobado la
declaración de independencia. Ya tenemos pasto más que suficiente hasta el
20-D. Otra “justificación” más para
omitir cualquier preocupación por los derechos y las libertades fundamentales.
España puede ser una bandera o un frente unitario contra las tesis independentistas,
pero sobre todo es los 46,5 millones de ciudadan@s cada vez más separados por
una creciente brecha social entre ricos y pobres. ¿Olvidamos con el tema
catalán la separación socioeconómica que el Gobierno del PP, obedeciendo
fielmente las órdenes de la Troika, está perpetrando desde hace cuatro años?
Se me acerca, ya en las inmediaciones del portal de la sede
del PP, una mujer y me dice: “Usted es un fanático”. Respondo: “¿No será, señora,
que usted entiende por fanático a las personas que obstinadamente sostienen una
opinión que no es la propia?”. Y
prosigo: “Porque,
si es así, ese fanatismo debe buscarlo, no aquí, sino muy cerca de aquí”.
(Me quedo muy satisfecho de mi fanática argumentación, pero la señora hace ya
un buen rato que se ha ido. Es decir, que no ha oído nada de nada (por lo que
deduzco que mucho menos ha podido escuchar mis palabras).
Ya con Marisol, un hombre joven se nos acerca y dice con
cierta parsimonia: “Esto que están haciendo ya lo
hacían los alemanes en los años treinta: lo hacían con los judíos”. Nos
hemos quedado estupefactos y también algo tristes, pues hemos visto reflejado
en esta anécdota a ese país denominado Españistán.
Pasa por delante Serrat y le digo: “¿Cantas, aquí, en plena Gran Vía, tu canción Utopía?”.
Con mucho gusto,
responde, con una sonrisa cordial.
Hasta mañana
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