miércoles, 3 de octubre de 2012

Condecoraciones, vírgenes y banderas de guerra

Publicado hoy en El Periódico de Aragón



El jueves pasado, el Consejo de Ministros impulsó un Real Decreto por el que se concede la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la Guardia Civil a la Virgen del Pilar, su Patrona desde el año 1913. En un Estado constitucionalmente aconfesional, las leyendas y las devociones populares merecen respeto siempre que queden circunscritas al ámbito personal y de las instituciones privadas, pero por esta misma razón constituye un desvarío político no solo que un cuerpo de seguridad pública de ámbito nacional tenga patronazgos y conceda medallas a entidades confesionales, sino que todo ello esté ratificado por el Consejo de Ministros de la nación.
El historiador británico, Eric Hobsbawn, describe en su obra La invención de la tradición el origen y el cometido de una larga lista de tradiciones, principalmente de sesgo británico. En la historia de los pueblos se van entremezclando costumbres, leyendas y rutinas que con el tiempo cristalizan en tradiciones, mediante las que se va estableciendo y consolidando la cohesión social y la pertenencia a grupos y comunidades artificiales o reales, se legitima instituciones, se reafirma la autoridad y se inculca creencias y sistemas de valores garantes del sistema político y económico que interesan al poder. 
Se trata de implantar públicamente, por encima de la voluntad de los ciudadanos, los intereses del poder establecido, confiriendo una identidad determinada dentro de un grupo. Así, por ejemplo, en fechas relativamente recientes se inventó que los galeses descienden directamente de algún hijo de Noé, del mismo modo que los árabes supuestamente descienden de Sem, hijo de Noé, o los vascos procederían de Túbal, nieto de Noe, quinto hijo de Jafet  y portador de una de las 72 lenguas, el euskera, surgidas a raíz de la construcción de la torre de Babel. Seguramente, los inventores de todas esas patrañas creerían estar cumpliendo un deber sagrado en beneficio de su pueblo. Pero solo mentían.
Muchas de las tradiciones tenidas por universalmente conocidas y aceptadas parecen haber sido construidas por delirantes manipuladores al servicio del poder constituido: la gaita y el traje escoceses, los grandes ceremoniales regios ingleses, las banderas, los himnos nacionales, los emblemas y las enseñas, que pretenden remontarse a “tradiciones milenarias”, son en realidad originarios de épocas y elaboraciones muy alejadas del tiempo que narran. Así, la tradición corre el riesgo de ser un instrumento al servicio de la manipulación. Como botón de muestra, los Tudor usaron la tradición inventada de que el héroe galés, Madoc, con unos cuantos compañeros más descubrieron América mucho antes que Colón, a fin de debilitar las reivindicaciones españolas sobre el territorio norteamericano. 
El poder necesita el aval de unas tradiciones que lo legitimen, ratifiquen el carácter sacro de sus orígenes y tengan sujeto al pueblo bajo su mando. Cuando los españoles llegaron al continente americano demolieron las tradiciones, costumbres, creencias y símbolos indígenas e impusieron los propios; de lo contrario, la labor de colonización radical de los nuevos territorios difícilmente se habría podido llevar a cabo. Así, abatieron los ídolos y tótems indígenas y los sustituyeron por los propios, quedando el continente inundado de las cruces, vírgenes, santos, festividades, temores y supersticiones de los conquistadores. Ingleses, españoles, portugueses y franceses entraron en una carrera de okupación y de saqueo, con el alibí de que llevaban a los indígenas ignorantes e idólatras la civilización, la cultura, el progreso, la verdadera religión y las sanas costumbres. Desde ese misma intransigencia, aún hoy corre peligro físico o moral quien ose señalar a los ídolos como ídolos, y a determinadas tradiciones como producto de delirantes leyendas.
La Guardia Civil condecora a una virgen católica, su patrona por Real Orden Circular del Ministerio de la Guerra de 1913, decidido también en Consejo de Ministros del Gobierno del Partido Popular de Mariano Rajoy. En ese mismo Consejo de Ministros se decidió unos presupuestos con recortes y nuevos impuestos por 40.000 millones de euros, desde la quimera (esto sí es una verdadera quimera, Majestad) de rebajar el déficit público al 6,3% este año y al 4,5% el que viene, a costa exclusivamente del costillar y los lomos del pueblo llano, trabajador o desempleado.
España cada vez está más cerca de una devastadora depresión económica y social. Quizá de ahí la condecoración a una virgen católica por si le place echar una mano. El científico británico, Richard Dawkins, afirma que en los anales religiosos se ha recogido toda suerte de portentos y milagros, salvo el de restituir un miembro amputado. Dado que la patrona de la Guardia Civil contradice tal afirmación desde su actuación en Calanda en el siglo XVII, no hay que perder la esperanza. De hecho, el Gobierno aragonés entregará a la Guardia Civil en el mismo acto de condecoración una bandera de guerra, valorada en 5.000 euros.
Aunque, entretanto, la aconfesionalidad del Estado salte por los aires.

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