Altos
cargos y ministros del PP se oponen con furia y descalifican cualquier signo de
disidencia frente al sistema vigente, por lo que afirman que las
manifestaciones, las concentraciones, el clamor del pueblo catalán por la
independencia en el partido de fútbol ayer en el Nou Camp, etc.etc. contribuyen
al menoscabo de la "marca España" en el exterior y perjudican la
imagen que el Gobierno de Mariano Rajoy pretende trasladar a los mercados
y a los socios europeos.
No
obstante, parece que consolidan la “marca España”, por ejemplo, el toro de la
vega, alanceado anualmente en la localidad de Tordesillas hasta la muerte o la
ceremonia nacionalcatólica de la Legión española y su cabra en Málaga con el
Cristo de la Buena Muerte o el Cristo Legionario, o la amnistía fiscal
indiscriminada decretada por el Gobierno español, o la vicepresidente española
vestida de manola en el Vaticano porque Ratzinger declara doctor de su iglesia
a un fraile español, llamado Juan de Ávila.
España
no es una marca publicitaria, sino ante todo cuarenta millones de seres
humanos, muchos de ellos actualmente en apuros, todos ellos sujetos de unos
derechos inalienables, que el actual Gobierno pretende menoscabar.
Los
actuales gobernantes, así como buena parte de la clase política actual, tienen
la cabeza tan pequeña, tan pequeña, tan pequeña que no les cabe la menor duda
de que la rala y casposa idea que tienen de su país es reducible a una “marca”.
¿Pero
es que en el siglo XXI no cabe ya la idea de “revolución”?
Particularmente, me resulta imposible identificarme con la españa oficial (sí, así, con minúscula), tan limitada, tan cutre, tan pobre... Prefiero la España viva que representan, sin excepción posible, TODOS Y CADA UNO de sus habitantes, con sus diferentes ideas, con sus diferentes formas de ver la cohesión de este País y la innegable pluralidad que tanto nos enriquece...
ResponderEliminarMuy de acuerdo
EliminarEs curioso (desgraciadamente, cada vez menos) cómo todo se piensa en clave comercial. No se hace periodismo ni política en favor del ciudadano, en pro de los más débiles. Se hace eslóganes y propaganda en lugar de información y se habla de "marca" en lugar de una sociedad, como la española, que lo está pasando francamente muy mal. Todo por el mercado y para el mercado. Un mercado en el que los beneficios siempre van dirigidos directamente a los poderosos, mientras que las pérdidas, las deudas y las crisis van "de cabeza" al ciudadano. Y toda ideología que vaya contra esta evidente injusticia es (irrisoriamente) "revolucionaria" para estos establishments. ¿Cabe la idea de revolución hoy? Tssss, no sé Antonio. Al parecer, para unos ya cualquier cosa es revolucionarse mientras que otros nos quedamos cada día más perplejos con lo que aguanta la sociedad en este país.
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