jueves, 24 de marzo de 2016

Diario de un profeflauta motorizado, 671. Procesiones, ruido y mascarada


Acabo de ver por internet las procesiones de “semana santa” en mi ciudad, los nombres de las cofradías, sus recorridos por el centro urbano, y me quedo estupefacto. Siniestro folclore  donde la mayor parte de los cofrades y asistentes rompen la monotonía sintiéndose protagonistas del ruido y de la mascarada. Muerte y miedo. Culpa ya inexistente en muchos de ellos, esa culpa de la que se ha alimentado y se alimenta la religión. Entretanto cada cinco segundos muere un niño de hambre y malnutrición en el mundo.  Entretanto, aviones de los países democráticos, cristianos, libres y caritativos bombardean diariamente, hoy también, territorio sirio, población siria, víctimas también inocentes de tanta barbarie alimentada por ambos bandos.


Esto de la “semana santa” viene de lejos: desde hace varios milenios, en muchas culturas se celebraba una fiesta de varios días para conmemorar el paso del invierno a la primavera. Por ejemplo, hace más de 4.000 años, se celebraba en Frigia un “viernes negro”, en el que Attis fue crucificado en un árbol, del que manó su sangre para redimir la Tierra. Tres días después (=del equinoccio de primavera, el 25 de marzo), resucitaba. En la mitología griega, Dionisos se levanta de entre los muertos el 25 de marzo. Hace más de 6.000 años, se celebraba también por esas fechas que Horus resucitó al tercer día de haber sido enterrado en una tumba, tras haber sido crucificado entre dos ladrones. Y en la India, se conmemora que a la muerte de Krishna el sol se oscureció, y que Krishna resucitó a los tres días y ascendió al cielo a la vista de muchos.  También resucitan al tercer día de su muerte Mitra de Persia y Prometeo de Grecia.



Ahora nos toca aún padecer en Españistán la “semana santa”. La ciudadanía tiene derecho y libertad para conmemorar lo que quiera y como quiera.  Creen que celebran algo inédito en la historia de la humanidad (la redención, muerte y resurrección del Hijo de Dios –qué casualidad: semita), cuando lo que hacen es celebrar unos ciclos estacionales y unos hechos simbólicos que los seres humanos han atribuido a sus respectivos dioses desde tiempos remotos. Pero, repito, tienen derecho y libertad para expresar sus creencias, tradiciones y costumbres como gusten.

Me queda el consuelo de que ya ha pasado la etapa del gobierno municipal socialista de Juan Alberto Belloch, apoyado por CHA e IU, donde se daba  “religiosamente” la presencia de la Corporación Municipal de la ciudad en determinadas procesiones y solemnidades católicas, así como también la presencia de un crucifijo en el salón de plenos del Ayuntamiento.



Leo hoy con satisfacción que en los Ayuntamientos “del cambio” desaparece la presencia institucional en los actos religiosos y en algunos casos se han reducido las subvenciones a las hermandades o las han eliminado por completo.

En el ámbito privado las confesiones religiosas pueden hacer lo que gusten y para ello tienen pleno derecho y libertad. En el ámbito público, en cambio, las instituciones y los representantes de tales instituciones deben abstenerse de asistir a los actos confesionales en calidad de sus cargos (otra cosa es que su asistencia sea a titulo individual).



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