Viene Juan de
Mairena y me pregunta: Muchas imaginaciones y fabulaciones,
Antonio, en los últimos días del Diario del perroflauta. ¿Estás pidiendo
cuentas a tus fantasmas interiores? Y le aclaro: Soy yo quien rinde cuentas a mis fantasmas interiores.
Existen unos
seres extraños, convenientemente camuflados, que resultan ser unos excelentes
pedagogos. Vienen a visitarme casi todos los días y los conozco desde tiempos
inmemoriales. Hace muchos años, por ejemplo, viviendo en una buhardilla del
madrileño barro de La Arganzuela, compuse la canción A pesar de todo que pulverizó y apagó el último rescoldo de esperanza
que todavía flameaba en mí.
Una relación
entre un hombre y una mujer es una confrontación que tiende hacia la fusión, a
menudo y por desgracia también hacia la posesión. Su éxito o fracaso estriba en
qué se confronta, en qué se fusiona, en qué se desea poseer... Aguzando la
vista, puede verse en el fondo de la sima del amor los esqueletos de numerosos
poetas y místicos, locos y marginados, visionarios y lobos esteparios... Sin
embargo, no hay lugar donde reposar, debemos continuar andando, sin detenernos,
hasta que nos sorprenda la muerte...
Recuerdo que
clavé una cuartilla con la letra de aquella canción (A pesar de todo) en un panel de corcho de la pared, encima de la
mesa. Encendí un cigarrillo (por aquel entonces, para desventura mía, fumaba),
apuré el último sorbo de café y salí a la calle.
El ser
extraño, que en ningún momento había dejado de vigilarme, aprovechó mi descuido
para colarse en mi buhardilla y leer aquella cuartilla:
A pesar
de todo,
de lo
que en ti y en mí hay de poca cosa,
a pesar
de nada
que
acaricie, arrope o ilumine,
a pesar
de tantas cosas que quiebran los huesos del amor,
a pesar
de que ya no me atrevo a mirar a los ojos de la luna,
a pesar
de los silbidos oscuros de la noche,
a pesar
del ahogo y de la ira,
a pesar
de todo..., a pesar de nada...,
a pesar
de que tú no estás aquí y ahora,
de que
no te conozco por más que te deseo,
a pesar
de todo, existes
a pesar de nada, existes.
No sé
cuándo, pero -finalmente- descubriré tu rostro
y el
regalo de tu rostro será el tesoro que espero y esperé
y
seguiré esperando de por vida.
Porque
no sé cuando, yo descubriré tu rostro.
Porque
no sé dónde, pero existes...
Pocas veces
fueron tan estruendosas las risotadas del ser extraño como en aquellos
momentos, tras concluir la lectura de la cuartilla.
Algún que
otro ser extraño vive en el nº 26 de la zaragozana calle Alfonso I. Ese ser
extraño se dedica a recortar derechos y libertades (principalmente el derecho a
una educación pública y laica). Lo hace con cinismo, afirmando siempre su
inocencia. A ese ser extraño le quedan pocos días de vida, pues se le acabará
pronto el disfraz de Consejera de Educación y ese ser extraño consiste solo en
su disfraz. Y es que no todo van a ser desastres en la vida y en el mundo.
Mañana nubosa, algo fresca. Marga y el
perroflauta han formado un dúo musical que ha estado a la altura del Canto a la
Libertaad y al Triste y solo se queda el portal.
Christina Rosenvinge nos regala esta Canción del Eco, en la que resuena un
ser extraño que jamás permite ser visto, escuchado y mucho menos acariciado.
Hasta mañana
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