PUBLICADO AYER EN EL HUFFINGTON POST
Desconozco si la señora de Cospedal, una
señora tan de orden, ha querido faltar, aun de forma subrepticia, al joven y
recién estrenado rey actual de España, Felipe VI, cuando, citando “un dicho muy
conocido que viene ya de los griegos”, afirma que “cuando los dioses quieren castigar a
los pueblos, les envían reyes jóvenes”.
Ignorante de mí, he buscado tal
dicho en las fuentes más clásicas de la cultura griega y helena, pero no he
hallado una sola referencia expresa al dicho en cuestión. He repasado la
Política de Aristóteles o Leyes y República de Platón, pero para mi desventura
no he encontrado rastro de tan ilustre alusión a “los griegos” por parte de la
señora de Cospedal. Y es que, ateniéndonos literalmente a su cita, es como si
viene un esquimal y afirma que es un dicho muy conocido procedente de “los
españoles” aquello de que “toda la vida es sueño,
y
los sueños, sueños son” (¡qué mas quisiéramos que fuera un dicho “muy conocido”
entre “los españoles”!).
Lo cierto es que la
señora de Cospedal, en un marco tan egregio como el Colegio Oficial de
Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid y fundándose en el antedicho
dicho griego (perdóneseme la redundancia), arremetió el 14 de abril pasado
contra la inexperiencia política de los nuevos partidos Podemos y Ciudadanos y
reivindicó la sobrada experiencia de las personas y los grupos políticos que ya
conocen y navegan en tareas de gobierno. En resumidas cuentas, según de
Cospedal, la inquietante inexperiencia de los jóvenes partidos de Pablo
Iglesias y Albert Rivera sería un castigo divino al pueblo español versus la
sabia y sensata experiencia política de los políticos y gobernantes del PP, ya
cuatro años metidos en las lides políticas.
Desconozco si fue alguna
vez un dicho griego, pero una parte considerable de las escuelas y pensadores
clásicos griegos coinciden en que para gobernar bien es preciso conocer bien
antes el arte de gobernar, acompañado de la prudencia y de la justicia, todo lo
cual se va adquiriendo mediante la experiencia. De hecho, del experto (quien
sabe hacer) pueden surgir el buen técnico (quien sabe por qué se hace) y el
gobernante sabio (que cuenta con el horizonte global y las vías adecuadas para
conseguir el bienestar del pueblo).
Sin embargo, insisten
muchos clásicos griegos, no toda experiencia es buena, ya que a través de la
experiencia se consiguen también hábitos o costumbres malos (vicios). Así, un
gobernante experto puede serlo en la corrupción, el clientelismo o el
despotismo, lo cual ni es gobernar ni es nada. En tal caso, por mucha
experiencia que tuviera, un rey experto en la maldad sería un castigo de los
dioses aún mayor que un rey simplemente inexperto.
Algunas previsiones
electorales son adversas al partido de Cospedal no tanto porque el pueblo
español tenga la mente olvidadiza de la experiencia política del Gobierno y del
PP, cuanto debido a que recuerda mucho y bien las malas experiencias sufridas
en los últimos cuatro años debido a la abundancia de expertos en afanar el
dinero ajeno y utilizar las instituciones públicas en propio beneficio,
saliendo casi siempre de rositas.
Hay un tipo de
experiencia que sirve para hacer lo contrario de lo que se prometió en el
Programa electoral, obstaculizar sine die
la labor indagatoria del poder judicial sobre las propias tramas corruptas,
privatizar a destajo, mentir a base de medias verdades, bañarse en el pozo
negro del cinismo, abrir más la brecha social entre los cada vez más ricos y
los cada vez más pobres, recortar los derechos y las libertades de la
ciudadanía. No es castigo de ningún dios, sino el producto de unos lacayos muy
expertos en obedecer a sus amos del exterior.
Aristóteles no solía
recoger dichos de sus conciudadanos, pero en su Política (capítulos VI y VIII)
deja unos cuantos mensajes a los expertos de los gobiernos que destruyen el
bienestar de sus pueblos:
“El
poder ilimitado y hasta tiránico de los éforos ha precisado a los mismos reyes
a hacerse demagogos”.
“Los
reyes, que poseen una inmensa autoridad, son muy peligrosos cuando son
medianías”.
“El
reinado tiene que temer mucho menos los peligros de fuera, y es lo que garantiza
su duración. En ella misma es donde deben buscarse las causas de su
destrucción, que pueden reducirse a dos: la conjuración de los agentes de que
se vale y la tendencia al despotismo, cuando los reyes pretenden aumentar su
poder hasta a costa de las leyes”.
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