domingo, 19 de abril de 2015

La experiencia puede ser muy perniciosa, señora de Cospedal



PUBLICADO AYER EN EL HUFFINGTON POST

Desconozco si la señora de Cospedal, una señora tan de orden, ha querido faltar, aun de forma subrepticia, al joven y recién estrenado rey actual de España, Felipe VI, cuando, citando “un dicho muy conocido que viene ya de los griegos”, afirma que  “cuando los dioses quieren castigar a los pueblos, les envían reyes jóvenes”.

Ignorante de mí, he buscado tal dicho en las fuentes más clásicas de la cultura griega y helena, pero no he hallado una sola referencia expresa al dicho en cuestión. He repasado la Política de Aristóteles o Leyes y República de Platón, pero para mi desventura no he encontrado rastro de tan ilustre alusión a “los griegos” por parte de la señora de Cospedal. Y es que, ateniéndonos literalmente a su cita, es como si viene un esquimal y afirma que es un dicho muy conocido procedente de “los españoles” aquello de que “toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son” (¡qué mas quisiéramos que fuera un dicho “muy conocido” entre “los españoles”!).

Lo cierto es que la señora de Cospedal, en un marco tan egregio como el Colegio Oficial de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid y fundándose en el antedicho dicho griego (perdóneseme la redundancia), arremetió el 14 de abril pasado contra la inexperiencia política de los nuevos partidos Podemos y Ciudadanos y reivindicó la sobrada experiencia de las personas y los grupos políticos que ya conocen y navegan en tareas de gobierno. En resumidas cuentas, según de Cospedal, la inquietante inexperiencia de los jóvenes partidos de Pablo Iglesias y Albert Rivera sería un castigo divino al pueblo español versus la sabia y sensata experiencia política de los políticos y gobernantes del PP, ya cuatro años metidos en las lides políticas.

Desconozco si fue alguna vez un dicho griego, pero una parte considerable de las escuelas y pensadores clásicos griegos coinciden en que para gobernar bien es preciso conocer bien antes el arte de gobernar, acompañado de la prudencia y de la justicia, todo lo cual se va adquiriendo mediante la experiencia. De hecho, del experto (quien sabe hacer) pueden surgir el buen técnico (quien sabe por qué se hace) y el gobernante sabio (que cuenta con el horizonte global y las vías adecuadas para conseguir el bienestar del pueblo).


Sin embargo, insisten muchos clásicos griegos, no toda experiencia es buena, ya que a través de la experiencia se consiguen también hábitos o costumbres malos (vicios). Así, un gobernante experto puede serlo en la corrupción, el clientelismo o el despotismo, lo cual ni es gobernar ni es nada. En tal caso, por mucha experiencia que tuviera, un rey experto en la maldad sería un castigo de los dioses aún mayor que un rey simplemente inexperto.

Algunas previsiones electorales son adversas al partido de Cospedal no tanto porque el pueblo español tenga la mente olvidadiza de la experiencia política del Gobierno y del PP, cuanto debido a que recuerda mucho y bien las malas experiencias sufridas en los últimos cuatro años debido a la abundancia de expertos en afanar el dinero ajeno y utilizar las instituciones públicas en propio beneficio, saliendo casi siempre de rositas.

Hay un tipo de experiencia que sirve para hacer lo contrario de lo que se prometió en el Programa electoral, obstaculizar sine die la labor indagatoria del poder judicial sobre las propias tramas corruptas, privatizar a destajo, mentir a base de medias verdades, bañarse en el pozo negro del cinismo, abrir más la brecha social entre los cada vez más ricos y los cada vez más pobres, recortar los derechos y las libertades de la ciudadanía. No es castigo de ningún dios, sino el producto de unos lacayos muy expertos en obedecer a sus amos del exterior. 

Aristóteles no solía recoger dichos de sus conciudadanos, pero en su Política (capítulos VI y VIII) deja unos cuantos mensajes a los expertos de los gobiernos que destruyen el bienestar de sus pueblos:

“El poder ilimitado y hasta tiránico de los éforos ha precisado a los mismos reyes a hacerse demagogos”.
Los reyes, que poseen una inmensa autoridad, son muy peligrosos cuando son medianías”.
“El reinado tiene que temer mucho menos los peligros de fuera, y es lo que garantiza su duración. En ella misma es donde deben buscarse las causas de su destrucción, que pueden reducirse a dos: la conjuración de los agentes de que se vale y la tendencia al despotismo, cuando los reyes pretenden aumentar su poder hasta a costa de las leyes”.



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