No soy economista, no soy analista
político, apenas soy un aficionado a cuestionarme a mí mismo y cuestionar lo
que me va saliendo al paso (no otra cosa es, etimológicamente, ser filósofo,
inclinarse hacia el conocimiento menos superficial de algunas cosas). Pues
bien, como aficionado al preguntar y al conocer no acabo de ver qué posibles
ventajas tiene permanecer en el euro, salvo que sigan vegetando cada vez más
confortablemente los que más tienen, y si son tan apocalípticos los males que
acechan a quienes se salgan de la eurozona.
Ateniéndome a lo que acontece a mi propio
país y a otros países vecinos, especialmente Grecia, constato que estar en la
zona euro significa, entre otras cosas, a) estar pagando de por vida una deuda
que cada vez va creciendo más a efectos de financiar esa misma deuda en la
“libre” mercadería de los mercados financieros y bancarios; b) dedicar la
economía nacional a “ajustar” el presupuesto a los pagos que hay que realizar a
los acreedores externos e internos (recuérdese la reforma del art. 135 de la
Constitución española con nocturnidad y alevosía); c) someterse a la ideología
neoliberal de los poderes financieros: privatizaciones, despido libre,
“contrato único” laboral, recortes salvajes e inhumanos en sanidad, educación,
pensiones, atención a la dependencia…; d) cargar con cualquier “contratiempo”
que puedan sufrir las empresas privadas, principalmente bancarias, haciendo que
la población asuma sus deudas privadas como deuda pública; e) el sistema
económico, fiscal y social llevará a que la brecha de la desigualdad social y
económica cada vez sea mayor.
A salirse del sistema euro, aun si
olvidar todos los riesgos que conlleva dar tal paso, le veo al menos una
ventaja: recobrar la posibilidad de emitir divisa propia y rebajar
inmediatamente su valor, a fin de obtener autonomía, en lugar de estar a
expensas del BCE, que según sus propios estatutos, no puede financiar
directamente a los Gobiernos, pero sí a la banca privada, que a su vez se
encargará de financiar al tipo de interés que le convenga la deuda de cada
país.
Un buen amigo mío dice que la permanencia
en el euro es semejante a un gran cepo que el poder económico europeo y mundial
ha puesto a cada país endeudado, de tal forma que si caes en el cepo serás
dueño siempre de la Troika (él gusta de decir “esclavo”) y si escapas del cepo
corres el riesgo cierto de dañar seriamente o incluso de perder la pierna. O
esclavo o libre. O en la certeza de no salir jamás de los recortes de los derechos
humanos fundamentales y las libertades cívicas o en la necesidad de buscarse la
vida en libertad pero también en circunstancias quizá al principio muy duras e
inhóspitas.
Esta es la razón de que este aficionado a
cuestionarse a sí mismo y cuestionar lo que le va saliendo al paso no entiende
que, Pablo Iglesias, el principal representante de Podemos (el PSOE es hoy, por
mucho maquillaje que quieran ponerle, un Partido de centro algo escorado hacia
posiciones conservadoras), haya respaldado el acuerdo del primer
ministro griego, Alexis Tsipras, con el Eurogrupo y el posible tercer rescate,
con los duros recortes sociales y económicos que conlleva, porque “el mundo y
la política tienen que ver con correlaciones de fuerzas (…) Lo que ha hecho el
Gobierno griego es, tristemente, lo único que podía hacer”. En otras palabras,
me mojo pero me quedo seco, o, recordando a Miguel Mihura, ni pobre ni rico,
sino todo lo contrario. De paso, un referéndum y la voluntad popular, tras
rodas las prédicas sobre la democracia y la transversalidad, al carajo.
¿Por qué? Puro tacticismo. (No digo
maquiavelismo, porque Maquiavelo era mucho más inteligente y coherente en sus
premisas y conclusiones).
Cuando las barbas de tu vecino veas
recortar pon las tuyas a remojar. Cuando veas a qué tipo de cambio se refieren
algunos, vete a Walden y busca otros compañeros de camino.
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