Hoy comienza
un siniestro desfile de supersticiones y lúgubres celebraciones durante la denominada "Semana Santa" que ponen de
manifiesto la verdadera cara, los medios y los objetivos de una institución, la
Iglesia Católica, con un inmenso poder en Españistán, a través de la mente, del
miedo y de la culpa.
QUIEN
QUIERA APORTAR SU PROPIA EXPERIENCIA O RECUERDO SOBRE EL TEMA NO TIENE MÁS QUE
MANDÁRMELO. MIENTRAS NO HAYA INSULTOS NI DESCALIFICACIONE SPERSONALES, TENDRÁ
CANIDA ENE ESTE BLOG.
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Una de las
celebraciones de Semana Santa donde más se destaca el “espíritu de la Semana
Sanata” se desarrolla la noche del “jueves santo” en el Verges (pueblecito en la comarca del Ampurdá,
Girona): la danza de la muerte.
Al terminar el clásico desfile de los legionarios romanos
y la escenificación de la vida de Cristo,
empieza la procesión de la Pasión,
encabezada por un narrador denominado el
pellegrí. Acompañando al cortejo, cinco personas disfrazadas de esqueleto
encarnan a la Parca y recorren las callejuelas representando la macabra Danza de la Muerte, con unos pasos
tan sencillos como impresionantes. Uno lleva la simbólica guadaña, otro un metafórico reloj
sin manecillas, el tercero un estandarte
y los dos restantes sendos platos llenos
de ceniza. Les sigue otro siniestro
cortejo de esqueletos, éstos ataviados con largas túnicas y capuchas
negras, que iluminan la escena con antorchas. Uno de ellos marca el ritmo de los tétricos danzantes con los
golpes secos de un tambor.
El origen de esta
imaginería se remonta al siglo XIV, cuando la
Peste Negra se cebó en los
habitantes de Verges, presuntamente por castigo divino a un pueblo hasta
entonces poco apegado a los ritos religiosos. Como desagravio, los supervivientes iniciaron esta curiosa
costumbre, en conexión con una tradición difundida por toda la Europa medieval como símbolo del inevitable destino del hombre ante la muerte,
sea cual sea la clase social a la que pertenezca.
La Danza de la Muerte
de Verges termina con la llegada del
fúnebre cortejo a la iglesia. Allí, los
esqueletos danzantes se detienen e inclinan ante el altar, reconociendo la
omnipotencia de Dios, y se retiran para dar paso a la Crucifixión y posterior
Descendimiento. Como curiosidad podemos destacar que también hay una procesión protagonizada sólo por niños.
Estos
vídeos valen por mil palabras:
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