Estaba
desayunando cuando he escuchado en La Ser que, según la
estadística Defunciones según la causa de
muerte, publicada el miércoles pasado por el Instituto Nacional de
Estadística (INE), el
suicidio destaca como la principal causa (3.910 defunciones). Por hacernos
una idea, las defunciones provocadas por accidentes de tráfico son la
quinta causa externa, a pesar de toda la publicidad preventiva oficial: en 2014
fallecieron por este motivo 1.873 personas, 66 más que el año
anterior. En otras palabras, casi 11 muertes diarias por suicidio (sin
contar los casos de suicidio que se ocultan o maquillan por diferentes causas).
A renglón seguido una psicóloga,
cargo relevante en alguna Organización del ramo, concedía poca importancia a la
crisis como causa impulsora, y lo ha considerado como un caso de “patología
mental” motivado por la “crisis de
valores”. Se me ha atragantado la galleta María integral al oír tales
declaraciones y he apagado la radio a fin de no acrecentar el estado depresivo
en que me había sumido la antedicha psicóloga. ¡Cuánta ideología hay detrás de
supuestas afirmaciones pseudocientíficas! ¡Cuánto miedo a la muerte que no esté
oficial y normativamente reglada!
Un solo suicidio por motivo de la crisis
económica, de la penuria y la falta de horizontes debido a la maldita y
eufemística “crisis”, y ese suicidio es una losa para toda la humanidad. Y es
que se les ha ido la mano. Tan inteligentes que parecen y han calculado mal,
quizá porque errar es humano, quizá por esa codicia que nunca conoce límites.
Han querido configurar un mundo perfecto para sus planes e intereses, pero se
han encontrado con un bolsón de bacterias que amenazan con reventar el orden
establecido y que todo se pueda ir al carajo. El neocapitalismo es dios,
providente, omnisciente y omnipotente. El neocapitalismo es un dios que no ha
previsto los daños colaterales de su creación.
Querían que cada uno estuviera en su
sitio: los ricos y los muy ricos, y después todos los demás: los directivos y
gestores de sus riquezas que cuentan con una suculenta ración diaria de la
tarta, y tras ellos los empleados y mano de obra en general que cumplieran
obedientemente sus órdenes a cambio de vivir y sobrevivir bien, regular o mal,
pero nunca muy mal. Sin embargo, los cálculos se han desmadrado y se encuentran
con que no saben qué hacer con un enorme número de marginales y outsiders, que les sobran, pues no saben
dónde meterlos y qué hacer con ellos.
Escribe Vicenç
Navarro: “El mayor obstáculo para resolver el grave problema actual no es
económico, sino político, pues el cambio propuesto implica un enfrentamiento
con grupos muy poderosos: en primer lugar, nos encontramos con el enorme poder
del 1% de la población de más renta (los súper ricos), al cual hay que sumar,
en segundo lugar, el 10 ó el 15% de renta superior, es decir, de la clase media
de renta alta, la clase media profesional, que está al servicio de aquel 1%,
gestionando los aparatos de la reproducción del sistema a través de la difusión
de valores, percepciones, creencias, recursos e instituciones que sostienen el
dominio político y la hegemonía ideológica cultural en tales países”.
Es decir, hay
millones de desechos humanos industriales u orgánicos, que se entierran
y se amontonan, pero 1.400 millones de personas que nada tienen, salvo una esporádica
caridad o asistencia “humanitaria” son un peso muerto que necesariamente quedan
fuera del sistema de producción y consumo. La cadena alimentaria mundial, los
yacimientos naturales y petrolíferos de los países pobres, la fabricación y
comercialización de armamento, etc. solo son rentables haciendo de ellos piezas
de un enorme Monopoly donde siempre ganan los mismos, donde siempre pierden los
mismos. El sistema neocapitalista –dicen- es creador de riqueza y bienestar,
pero lo que no dicen es de quiénes están hablando: 1.400 millones de seres
humanos están fuera del juego de los mercados. Salvatis salvandis, incluidos los 13.657.232
de personas en España pobres y en riesgo de exclusión (400.000 más que el año
pasado).
Se les han ido de la mano los cálculos y
no saben qué hacer con tantos millones de
superfluos. Trabajamos peor que sus máquinas y robots. Vivimos más años
y mueren menos mujeres y niños por nacimiento. Somos demasiados. Sobramos. Una
quinta parte de la población mundial sobra hasta tal punto que quizá piensan los
señores del dios neocapitalista que estarían mejor muertos, pero como eso suena
a políticamente incorrecto mantienen la desnutrición y la pobreza, la
precariedad y la amargura, que no es poco precisamente. Después aparece la
noticia y nos sorprendemos: el suicidio como primera causa natural externa en
España. El hambre y la desnutrición, primera causa mundial de muerte al día. No
tiene importancia. Lo realmente relevante son los encuentros en la tercera fase
entre Pedro y Pablo, Pablo y Pedro.
No saben qué hacer con los escombros
sociales; recuérdese el Sahel, Siria, Macedonia, Bangladesh, las mil y una
guerras que menudean en el silencio (sus víctimas son pobres, no salen en
nuestros telediarios). Menudean también las ONGs, la asistencia social, los
parches sociales, a fin de que no piensen ni reivindiquen sus derechos, que no
se subleven, que se conformen con los planes de asistencia, que no se harten y
revienten todo.
¿Qué hacer? ¿Qué no hacer? El
neocapitalismo no sabe qué hacer con los millones de desechos humanos y de basura
humana que genera su sistema, pues de ellos no puede sacar plusvalía alguna. A
fin de cuentas, el neocapitalismo ha resuelto que todos esos cientos de
millones se busquen la vida por sí mismos, se mueran de consunción, se
suiciden. Los especialistas buscarán mil causas para ocultar la causa
principal: el problema es el propio sistema, el problema es político, el
problema es un sistema piramidal en cuya cúspide están los más ricos y en la
base sus servidores. Todos los demás sobran. O se mueren, o se matan o de
momento se dedican a trabajos de subsistencia, trabajos inútiles,
“improductivos” para el propio sistema, que mantienen para que no nos demos
cuenta de que no tenemos lugar genuino en la cadena productiva. Sí, hay
personas igualmente desechables que, de momento, incluso tienen empleo.
El secretario de Beethoven, A. F.
Schindler, cuenta que el propio Beethoven “proporcionó la clave a estos profundos
temas cuando un día, en la presencia del que escribe, señaló el principio del
primer movimiento – el más conocido y
universalmente famoso- y expresó con estas palabras la idea fundamental de
su trabajo: “¡Así el destino toca a la
puerta!”.
Toca ahora elegir el propio destino: la resignación o la rebelión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.