Duerme, duerme,
niñito, que tu mamá está en la morgue, niñito…
He visto dos
veces la película-documental Soah, de Claude Lanzmann (1985), de más de once
horas de duración, donde a través de entrevistas y testimonios directos se va
narrando de forma estremecedora la tragedia genocida del holocausto judío.
Pocos pueblos han sufrido más a lo largo de la historia. Sin embargo, viendo la
historia reciente del estado de
Israel, parecen no haber aprendido mucho de tal experiencia.
Nos llegan cada
día noticias de muertos y heridos, casi todos civiles, muchos niños, a causa de
la represalia militar judía contra la población de Gaza. Destruyen la sede de
Interior, asesinan al principal dirigente de Hamash en la zona, lo que
significa que lo tenían bien preparado. Las televisiones muestran imágenes de
casas de israelíes destruidas por cohetes palestinos, lo cual es condenable,
pero también una pequeñez en comparación con la destrucción y muerte
perpetrados por Israel en Gaza. El gran demócrata solo pide “contención” a
Israel, pues tiene muy claro que es presidente porque el lobby judío
estadounidense lo consintió. El mismo lobby que insufla una catarata de
millones de dólares a Israel y ha convertido a su ejército en uno d e los más
poderosos del mundo.
Veo la foto de
los niños de Auschwitz de hace setenta años y compruebo que no han aprendido
nada, que esa foto de niños rotos está ahora en Gaza. A Israel no le ampara una
sola resolución de Naciones Unidas, conculcadas e incumplidas sistemáticamente
por el Estado judío, que cuenta con el veto de Estados Unidos en el Consejo de
Seguridad. Israel y Estados Unidos han convertido la ONU en un casino, donde
ambos países juegan con las cartas marcadas.
No se habla de
los 721 kilómetros de muro israelí en Cisjordania (la propaganda occidental
emplea el término “barrera”, de la ocupación de territorios pertenecientes a
varios países, conculcando así las resoluciones de Naciones Unidas.
Millones de judíos
en los campos nazis de concentración parecen no haberles enseñado nada. Tres
mil muertos en los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York cambiaron el
curso de la historia: los nazis colocaban una estrella amarilla en el pecho de
los judíos y ahora los amos del mundo y sus amigos colocan el título invisible
de “terrorista” a cuantos se oponen a su orden y sus reglas. Millones de seres
humanos en Irak, Libia, Afganistán, Cisjordania y Gaza no parecen importarles
mucho: o tienen aras de destrucción masiva, o conculcan los derechos humanos.
En cualquier caso, son terroristas.
Me queda cantar,
pensando en no escasos niños de Gaza: duerme, duerme, niñito, que tu mamá está en la morgue,
niñito…
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