Leía esta mañana en El País el reportaje dedicado a Federico Trillo y no dejaba de tamborilear en mi cabeza el título de la clásica obra de Jesús Ynfante “La prodigiosa aventura del Opus Dei. Génesis y desarrollo de la Santa Mafia”.
La historia de España está cubierta regularmente de espesas y santas
nieblas, esparcidas desde hace muchos años por el Opus Dei. Una niebla de
rosario y comunión diarios, capaz de batallar contra el aborto hasta la última
gota de su hiel, capaz de velar corrupciones, chanchullos, prebendas y enchufes
de todo tipo y condición.
Al parecer, Trillo ha entrado en la embajada española en Londres como
elefante en cacharrería. Salió de rositas e indemne con su jefe Aznar de la
chapuza del Yak-42 (seguramente, su director espiritual le aconsejó que en
determinadas circunstancias no solo no es pecado, sino que se ejercita una obra
de misericordia si mientes como un Epiménides, el de la paradoja del mentiroso.
Ahora toca ordenar la embajada, y qué mejor que hacerlo con gente de
orden (“un porcentaje muy alto de gente del Opus Dei”, según un asiduo a las
recepciones. Se cuenta en el reportaje citado, que una de las frases más oída
por allí es “Nos conocemos de misa, ¿verdad?”, y cómo va a ser de otro modo si
el 12 de octubre había hasta monjas (“nunca había visto monjas en la embajada”,
añade un testigo de autos).
Se dice igualmente en el reportaje que Trillo es valiente (digo yo,
repasando hemerotecas, que según las circunstancias…) y que no oculta que es
del Opus Dei y de misa diaria. Incluso el señor embajador por la gracia de su
dios (no hay que descartar que así lo crea) ha colocado en la sala de espera de
la Embajada la talla de un santo: al Santo, al Padre, al providencial fundador
del Opus Dei.
A todo esto, la embajada, el embajador, el personal variopinto, los asesores
y el personal de seguridad son pagados (en este caso, me atrevería a decir,
religiosamente) por el pueblo español, a quien se le repite machaconamente que
la ley de leyes, inmutable e inmarcesible, es la Constitución, cuyo artículo
16.3 afirma que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”.
Además de valorar como útil y necesario el artículo del Sr. Aaromayona, hay que decir que su calidad literaria es excelente. El uso de los adjetivos es admirable y, en este caso, resalta la utlización de "inmarcesible", por su belleza y concreción lingüística y además porque me recuerda el himno de Colombia, país que me es particularmen querido, por el tato que recibí las veces que estuve en él...
ResponderEliminarSr. Aaromayona, como siempre, gracias por su escritos.
Gracias a usted por la lectura y por la valoración de mis aportaciones. Saludos cordiales
ResponderEliminarUn fuerte abrazo a mi amigo y compañero venezolano-asturiano
EliminarSr. Aramayona: si hubiera más ciudadanos como usted, otro gallo más lúcido, más alegre, más luminoso nos canta´ría. Gracias
ResponderEliminarGracias, Pilar. Seguimos caminando juntos
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