Otra vez el obispero se ha alborotado...
Mira que se lo tengo dicho a los obispos españoles: relajaos, relajaos,
que la cosa no va con, por o contra vosotros, que la ley no os obliga a
casaros, a utilizar preservativo, a tomar la píldora del día después, a abortar
o a matrimoniaros con gente de vuestro mismo sexo. Pero no me hacen caso,
tienen los nervios a flor de piel, con lo bien que les vendría una buena taza
de tila bien cargada.
También les tengo muy dicho que deben visitar a algún profesional, pues
las fijaciones –sexuales o de cualquier otro tipo- son molestas para uno mismo
y a veces incluso para los demás. Su código moral limita con la realidad solo
por el sur, es decir, por el área comprendida entre la cintura y las ingles (no
quiero entrometerme en sus posibles preferencias eróticas personales, pues cada
cual es muy libre de dar salida a su libido como pueda y quiera).
Desde hace siete años, el Partido Popular, su partido político ad latere, llevaba metido en el fregado
de denunciar ante el TC la anticonstitucionalidad del matrimonio homosexual.
Ayer el TC lo declaró tan constitucional como el derecho de expresión o de
reunión, y la acorazada mediática bienpensante ha montado en cólera.
De ahí que, en esa misma línea de coherencia grupal, compartida por el actual
Ministro del Interior, supernumerario del Opus Dei, José Fernández Díaz, el
obispo y portavoz de la CEE, Martínez Camino, arremete contra la sentencia del
TC apelando al derecho a tener padre y madre, y el obispo de San Sebastián,
José Ignacio Munilla, afirma que en la sentencia del TC "hay una falta de
fidelidad" a la Constitución. O sea, que Munilla no solo se cree dotado de
luces para enmendar la plana a su feligresía, sino que enmienda la plana al
mismísimo TC.
Ayer mismo, Munilla pronunciaba una conferencia en Zaragoza sobre “el catecismo de la Iglesia
Católica en la enseñanza”, organizada por la Asociación Católica de
Propagandistas. Allí recalcó la importancia de estar cerca de los profesores de
religión en la escuela, de apoyarles en su labor formativa dentro de la
libertad de enseñanza consagrada en (ahora sí vale) la Constitución. Olvidaba
así algo que se lo tengo dicho hace ya muchos años: en la escuela se imparten conocimientos, no creencias, y en
la escuela pública o en cualquier escuela sostenida con fondos públicos no
puede adoctrinarse en una materia religiosa durante el período lectivo ni la
ciudadanía tiene por que seguir pagando a un profesorado designado y filtrado
por la propia CEE.
En fin, estoy deseando que en próximos fines de semana salgan a la calle
la grey católica y las huestes mesetarias hispanovisigóticas para protestar
contra el Gobierno del PP por llevar un año ya manteniendo la actual ley del
aborto y no haber llamado a la desobediencia civil contra el matrimonio
homosexual, tal como hicieron, por ejemplo, con la asignatura Educación por la
Ciudadanía o la asistencia médica en hospitales públicos a la mujer que
decidiese interrumpir su embarazo. No me privéis del espectáculo, señores
obispos católicos: salid pronto a la calle, denunciad que el PP atenta contra
la vida y contra la familia auténtica.
Para acabar, un regalo, señor Martínez Camino y señor Munilla (no les nada,
es gratis):
“En cuanto eleve la voz, sea en nombre del
cielo, de la ciudad o de otros pretextos, alejaos de él: sátiro de vuestra
soledad, no os perdona el vivir más acá
de sus verdades y sus arrebatos; quiere haceros compartir su histeria, su bien,
imponérosla y desfiguraros. Un ser poseído por una creencia y que no buscase
comunicársela a otros es un fenómeno extraño a la tierra, donde la obsesión de
la salvación vuelve la vida irrespirable.” (Ciorán)
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